Cuando dos partícipes de una misma situación dicen cosas en sentido contrario,
no hay por qué darle tantas vueltas al asunto: por lo general, ambas tienen la
razón. Dudo que Henry Ford, el genial emprendedor a quien se atribuye la frase,
estuviese al tanto del debate filosófico en torno a la relación conciencia/realidad,
pero me queda claro que dominaba el arte de la epistemología constructivista.

Quienes hoy yacen atrapados en el debate sobre el significado del ceremonial de
la boda de César Yañez, el eterno compañero de viaje en la larga trayectoria
política de AMLO, actualizan a la perfección el drama desentrañado por Ford.

A la vista de los opositores de AMLO, víctimas del tsunami electoral, rebosan los
indicios que acreditan el síndrome fifí: miles de rosas en un escenario clerical
fastuoso, el mismísimo arzobispo de Puebla a cargo de la ceremonia religiosa, el
menú de cinco tiempos a la altura del gusto culinario más sofisticado, el abolengo
y la realeza política de los invitados; y, por si algo faltara, la cereza en este pastel
es la participación de la revista Hola, órgano de difusión de los eventos de la
realeza fifí, regodeándose con la compra de los derechos y la difusión del evento.

Esta narrativa no tiene desperdicio. Encuentra los ingredientes necesarios para
provocar el efecto boomerang sobre el denuesto clasista de AMLO al
comportamiento clasista de las castas beneficiarias del régimen avasallado en las
pasadas elecciones.

En síntesis, y más allá de mis simpatías políticas y personales con el líder del
proyecto de la Cuarta Transformación, ni cómo ayudarle. La boda de su amigo y
colaborador más cercano se ajusta a la perfección a la figura del clasismo que él
ha repudiado públicamente.

Hasta aquí la descripción de la perspectiva fifí, no sin antes acusar recibo de que
sus partícipes más extremos no pierden oportunidad alguna para mostrar su cobre
clasista. Lo que en el fondo les molesta y motiva su reclamo no es que haya
derroche en medio de tanta pobreza, sino la osadía del advenedizo cuyo

comportamiento se sale del script, violando sus límites de clase. He aquí por
partida doble el trasfondo del reclamo de incongruencia: AMLO, un atififí, como
partícipe principal de una boda fifí; y César Yáñez, la mona no-fifí, pretendiendo
ser lo que no es.

Desde la perspectiva amiga y simpatizante de AMLO, la narrativa es otra. La boda
de César Yáñez, y todo lo que le rodea, es un asunto estrictamente privado. No
habiendo recursos públicos de por medio, carece de sentido y de razón entrar al
debate sobre la suntuosidad y el derroche de recursos. Tampoco caben las
alusiones a que un evento de esa naturaleza sólo podría haber sido sufragado por
miembros del decil de ingresos más elevados de nuestro país. En resumidas
cuentas, no se advierten aquí razones que pongan en tela de juicio su congruencia
ético-política ni tampoco razones suficientes para entrar de lleno al debate sobre
su congruencia que sus opositores han abierto.

Con el debido respeto a los analistas y comentócratas que, ciegos a sus propias
preferencias, pretenden ofrecer un sesudo análisis para determinar
“objetivamente” quién tiene la razón en este desencuentro, apelo más a la lección
de Ford, para colegir que no hay razón para “hacerse bolas” y asumir
inteligentemente que, viendo lo que pueden ver y siendo ciegas frente a lo que no
pueden ver, ambas partes tienen la razón.

El reconocimiento de la existencia de dos narrativas en coexistencia conflictiva
dista mucho de ser una observación salomónica. Una cuestión aparte es elucidar
cuál de ambas generará el mayor número de adeptos y logrará afianzarse como
visión dominante en el espacio público-político.

Algunos analistas, en su mayor parte ciegos de sus propias preferencias, llaman
paranoicos a quienes desde las filas de AMLO advierten sobre la existencia de
una conflagración mediática para minar el capital político del proyecto de la Cuarta
Transformación.

A juzgar por el tratamiento noticioso ofrecido en las principales barras y por los
portavoces informativos con mayor audiencia (los López Dóriga, Loret de Mola,
Ciro Gómez, José Cárdenas y compañía), existen indicios suficientes parasuponer la existencia de un consenso, quizás más tácito que explícito, en torno a
la narrativa fifí sobre la boda fifí de César Yáñez.

En el otro lado también se cuecen habas. En trascendidos se habla de que las
huestes de AMLO se aprestan a dar este debate el tratamiento de un asunto de la
mayor importancia para el futuro del nuevo gobierno, bajo la declaratoria de que
los ataques a César Yáñez lo son a la AMLO y la Cuarta Transformación.

Aquí, de nueva cuenta, resulta inútil y poco trascendente entrar al debate sobre de
qué lado esta la paranoia, habida cuenta de que el campo luce minado y con dos
antagonistas blandiendo sus relatos y dispuestos a batirse en su duelo mortuorio.

Al escribir estas líneas, siento la comezón de la insatisfacción por dedicarle
espacio y tiempo a un debate que me parece frívolo. Finalmente, el grado de
politización que el caso ha alcanzado es una señal poderosa de que, muy a mi
pesar, el tema se volvió relevante. Los tiempos se observan difíciles para AMLO y
su proyecto de nación, frente a sí persiste y se fortalece la coalición de los
miembros de las castas de beneficiarios y creyentes en las bondades del viejo
régimen plutocrático.

Me queda claro que la disputa entre estos relatos apenas empieza y que el
desenlace girará en torno a las capacidades y talentos para fortalecerlos y
sofisticarlos. Ignoro al momento cuál es la correlación de fuerza entre los
talentosos de ambos bandos, aunque me temo que AMLO dispone hoy de menos
talento del que necesita para afianzar y consumar su victoria.

Mi cálculo es que, de fondo, el diferencial está en las capacidades reflexivas de los
agentes políticos y que, sin duda, ganará la batalla el que mayores competencias
demuestre en el ejercicio de verse a sí mismo través de la mirada de su
adversario.

*Analista político
*Presidente del Centro de Investigación Internacional del Trabajo A. C.

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