Nach der Einigung über die Neuverhandlung der NAFTA begannen Mexiko und die Vereinigten Staaten (USA) eine neue Stufe der Herzlichkeit zu beginnen. Ohne die üblichen Tweets des amerikanischen Präsidenten oder unbequeme Äußerungen der mexikanischen Kanzlei schien alles glatt zu laufen. Heute jedoch steht Mexiko aufgrund der Migrantenkarawane aus Mittelamerika vor einem schwierigen Dilemma: die Bedürfnisse seines Partners zu erfüllen und seine Flitterwochen fortzusetzen oder dem guten Willen der humanitären Werte und den Forderungen der internationalen Gemeinschaft zu folgen.

Das Thema Migration ist seit den siebziger Jahren ein ernstes Problem in den Beziehungen zwischen Mexiko und den USA. Bereits in jenen Jahren wurde eine Lösung des Problems gesucht, die in den ersten Jahren der Fox-Administration Hoffnung auf Lösung bereitstellte. Der 9/11 und die nachfolgenden Änderungen minderten jedoch die Chance, zu einer realistischen Übereinstimmung zu gelangen. Von da an hat jede Verwaltung auf ihre Art und Weise gehandelt, aber nie eine dauerhafte und effektive Lösung gefunden.

Mit dem Auftauchen von Trump wurden die Migration von Mexikanern und Zentralamerikanern so stark politisiert, dass die Grenzmauer zu Mexiko zum geplanten Anker der politischen Kampagne des derzeitigen Präsidenten der USA wurde.

Mexiko hat jedoch in Einwanderungsfragen aktiv mit den USA zusammengearbeitet und ist derzeit der größte Vertreiber von Zentralamerikanern. Seit 2015 deportierte Mexiko 436.000 Migranten im Vergleich zu 293.000 aus den USA. Das heißt, dass die beste Grenzmauer, die Trump haben kann, Mexiko selbst ist.

Nach der Bekanntgabe des neuen Abkommens zwischen den USA, Mexiko und Kanada (USMCA) schienen die bilateralen Beziehungen in dem seit 2017 vorherrschenden feindseligen Umfeld endlich in eine Phase der Herzlichkeit einzutreten.

Aber heute sind die Dinge kompliziert. Seit einer Woche marschieren Tausende von Menschen aus Honduras, El Salvador und Guatemala ein, um die USA zu erreichen. Und ja, jeder muss durch Mexiko gehen, um sein Ziel zu erreichen.

Dies hat Trump veranlasst, seine Anti-Einwanderungsrede wiederzubeleben, was als eine Errungenschaft seiner traditionellen Rhetorik und auch als ein Element angesehen wird, das die Parlamentswahlen am 6. November von Nutzen sein könnte.

Donald drohte, Hilfsgelder für die mittelamerikanischen Länder abzuziehen, die Grenze zu Mexiko zu schließen und die Nationalgarde zu schicken, um sie zu schützen, falls die Regierung Peña Nieto die Einwanderer nicht blockiere.

In Mexiko waren die Szenen dramatisch. Hunderte von Menschen stehen vor den Polizeizäunen, überqueren den Suchiate Fluss und werden von medizinischem Personal versorgt, was eine humanitäre Katastrophe darstellt.

Unser Land steht vor einem wichtigen Dilemma: mit der Trump-Regierung zu kooperieren, Migranten nicht gehen zu lassen und sie nicht zu repatriieren oder humanitäre Maßnahmen zu ergreifen, um ihnen zu erlauben zu passieren und ihren Nachbarn im Norden alleine zu lassen.

Mexiko bat die Vereinten Nationen um Hilfe bei der Karawane, was bedeutet, dass es bereit ist zu helfen, aber um Präsident Trump nicht zu verärgern, wird es auf Multilateralismus setzen, um eine Lösung zu finden, die beide Seiten, USA und die internationale Gemeinschaft befriedigen. Wird es gelingen? Wir wissen es immer noch nicht, es ist vielleicht die letzte große Herausforderung auf der Ebene der Außenpolitik der Peña-Regierung, und ihre Konsequenzen werden zweifellos die Beziehungen der Präsidentschaft von Obrador zu den USA beeinflussen.

 

Jetzt bitte mal auf deutsch!

La caravana de migrantes: ¿el fin de la luna de miel de México y EEUU?

Alfonso Figueroa Saldaña

Después de llegar a un acuerdo sobre la renegociación del TLCAN, México y Estados Unidos (EEUU) parecieron comenzar una nueva etapa de cordialidad. Sin los habituales tweets del presidente americano ni incómodas declaraciones de la cancillería mexicana, todo parecía ir viento en popa. Sin embargo, hoy a causa de la caravana de migrantes proveniente de Centroamérica, México se enfrenta a un difícil dilema: atender las necesidades de su socio y continuar su luna de miel o seguir la buena voluntad de los valores humanitarios y las demandas de la comunidad internacional.

El tema migratorio ha sido un problema serio en la relación entre México y EEUU más palpablemente desde los años setenta. Ya en aquellos años se buscó una solución al problema, que vislumbró una esperanza de resolverse durante los primeros años de la administración foxista. Sin embargo, el 9/11 y los cambios posteriores disminuyeron cualquier posibilidad de llegar a un acuerdo realista sobre el tema. De ahí en adelante, cada administración lo manejó a su manera, pero nunca se halló en realidad una solución duradera y efectiva.

Con la aparición de Trump, la migración  de mexicanos y centroamericanos se politizó a tal grado que el muro fronterizo con México se convirtió en la propuesta ancla de la campaña política del actual presidente de Estados Unidos.

Sin embargo México ha colaborado activamente con EEUU en materia migratoria e incluso es actualmente el mayor expulsor de centroamericanos. Desde 2015, México deportó a 436 mil migrantes versus 293 mil expulsados desde EEUU. Es decir que el mejor muro fronterizo que Trump puede tener es México en sí mismo.

Tras el anuncio del nuevo Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA) las relaciones bilaterales parecieron entrar finalmente a una etapa de cordialidad ante el ambiente hostil que imperaba desde 2017.

Pero hoy las cosas se ven complicadas. Y es que desde hace una semana miles de personas procedentes de Honduras, El Salvador y Guatemala marchan con el fin de llegar a EEUU.  Y sí, todos tienen que pasar por México para llegar a su destino.

Esto ha hecho que Trump reviva su discurso antimigración, algo visto como una consecución de su retórica tradicional y además como un elemento que puede resultar beneficioso para sus votantes en las elecciones legislativas el 6 de noviembre.

Donald amenazó con retirar fondos de ayuda para los países centroamericanos, cerrar la frontera con México y enviar  a la guardia nacional a custodiarla si el gobierno de Peña Nieto no lograba cerrar el paso a los inmigrantes.

Dentro de México las escenas han sido dramáticas. Centenares de personas enfrentando a las vallas policiales, cruzando el Río Suchiate, siendo curadas por personal médico en lo que pinta para ser una catástrofe humanitaria.

Nuestro país se enfrenta a una disyuntiva importante: cooperar con el Gobierno de Trump, no dejar pasar a los migrantes y repatriarlos, o tomar acción humanitaria, permitirles el paso y dejar que su vecino del Norte se las arregle solo.

México pidió ayuda a la ONU para actuar respecto a la caravana, lo cual indica que está dispuesto a ayudar, pero que, para no hacer enfurecer al presidente Trump, apostará por el multilateralismo para hallar una solución que satisfaga a ambas partes, a EEUU y a la comunidad internacional. ¿Lo logrará? Aún no lo sabemos, es quizás el último gran reto a nivel de política exterior de la administración peñista, y sus consecuencias sin duda repercutirán en la relación con EEUU de la presidencia de Obrador.

Alfonso Figueroa Saldaña estudia Relaciones Internacionales en la BUAP. Tiene estudios de Ciencias Políticas en la Universidad Ludwig-Maximilians de Munich y está interesado en la cooperación germano-mexicana y en temas europeos.

Email: af.94.333@gmail.com Tweeter: _AF94

 

 

 

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