Por Ana Luisa Oropeza Barbosa

 

Torcuato Luca de Tena escribió magistralmente en su obra -Escrito en las olas- lo siguiente:

“El corazón se acostumbra antes al desenlace de una historia fatal que a la zozobra de la incertidumbre”

Y no cabe la menor duda que vivimos tiempos escabrosos, en los que no terminamos de entender el entorno en que se mueven las fuerzas políticas y económicas de México.

El ambiente es especulativo. Cada mexicano cree tener la solución idónea para los enormes problemas que aquejan a nuestra nación. Escuchamos afirmaciones contundentes defendiendo las posturas, que a cada uno de nosotros podría convenir más, de acuerdo a los intereses que perseguimos. Nos cegamos, discutimos apasionadamente y todos creemos tener la razón. Nos comportamos como espectadores, como si se tratara de un partido de fútbol, gritando eufóricos a los jugadores y árbitros lo que deberían hacer y lanzando vituperios cada vez que no hacen lo que nosotros esperábamos que hicieran.

¿Tiene sentido lo que hacemos, cuando lo único que logramos es dividirnos y encolerizarnos más entre nosotros mismos?

El discurso en campaña de Andrés Manuel López Obrador logró convencer hasta a los más radicales seguidores, que nunca hubiesen imaginado ver caer estrepitosamente a un PRI, ni perder fuerza como lo hizo un PAN. Los viejos priístas y los desilusionados panistas otorgaron su voto a la esperanza del pueblo de México y, aunado a la intensa lluvia de votos, le dimos el poder absoluto al hombre que ha prometido la transformación del país.

Lo cierto es que tenemos un presidente electo que, aún sin haber tomado posesión de su cargo, marca agenda nacional con declaraciones que hacen retumbar la economía y poner de cabeza a los más encumbrados analistas. No se sabe lo que va a pasar, y ante esa zozobra, el país se encuentra detenido y, tanto ciudadanos como inversionistas, continúan buscando la manera en la que puedan salir lo mejor librados posibles, pero nada puede quedar en firme, no podemos construir, ni queremos arriesgar porque nadie sabe, a ciencia cierta, lo que va a pasar.

Tenemos esperanza, pero no tenemos certeza. ¿Cuál es nuestra imagen hacia el exterior, si tan solo por poner un ejemplo, el gobierno mexicano comienza el magno proyecto del NAICM y será el mismo gobierno quién lo cancele? ¿Se cancelará realmente?

Estamos llenos de contradicciones, a las que ya nos hemos acostumbrado, y eso nos hace ser indiferentes, evitando que podamos convertirnos en una sociedad organizada y participativa, que de lograrlo, sin duda, garantizaríamos el contrapeso necesario y urgente que necesitaremos para equilibrar el desmedido poder que ha acumulado AMLO para el siguiente período presidencial.

Siguiendo con las especulaciones, se dice que AMLO gobernará “con su dedito” señalando, por motu proprio, el sendero que él cree será el mejor para el progreso de México, priorizando la lucha contra la corrupción e impunidad.

Nada desdeñable en el discurso y además AMLO ganó limpiamente ¿que no tiene el derecho de hacer las cosas a su modo?

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