Si el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no instrumentó el cierre de ductos como parte de su estrategia contra el robo de combustible, llamado huachicol, entonces ya violó, a un mes de asumir el poder, una de sus promesas de campaña: no mentir.
Y hay suspicacia en analistas, empresarios y partidos políticos porque parece increíble la versión de que se cerraron para impedir el robo.
Simplemente no es creíble porque no hubo una estrategia adecuada, eficiente para mitigar las consecuencias del cierre.
Es decir: hace casi dos años, cuando Tony Gali enfrentó el robo de combustible en Puebla como un reto personal y representativo de su breve gestión, hubo un momento en que se cerraron las válvulas y no ocurrió desabasto alguno.
Fue una medida acordada con Petróleos Mexicanos (Pemex) y buscaba desviar la atención de las bandas criminales que estaban asentadas en el triángulo rojo.
La medida no fue definitiva pero sí detuvo el robo de tal manera que algunas organizaciones se movieron a San Martín Texmelucan, donde sin embargo no tenían las ventajas del altiplano: la distancia y la poca presencia policial y habitacional.
Es decir, no le creo para nada al gobierno federal sobre ese argumento estratégico.
Es más: lo que el Wall Street Journal publicó acerca de que México redujo las importaciones de gasolina desde la llegada de AMLO indican claramente que el desabasto podría tener otra explicación.
¿Se le olvidó al director de Pemex ir de compras?
¿Fue una medida decidida desde Palacio Nacional pero difícil de explicar cuando se les vino la marea del desabasto?
Claramente también el presidente y su gabinete, principalmente el director de Pemex no ejecutaron una estrategia de comunicación adecuada.
De hecho, la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheimbaum, tuvo una participación más efectiva en medios cuando postuló respuestas como si fuera directora de Pemex junto al ineficiente e impreparado titular de la paraestatal.
Es una de las primeras crisis del gobierno federal que aunque no la reconozca, forma parte de un serio error que está lejos de corregirse.
En Puebla conocemos el fenómeno porque es la entidad donde se realizan las más numerosas ordeñas de ductos –que AMLO confunde con “sabotaje”– y nos queda claro que estrategia no hubo, o si la hubo, fue errónea.
A ver qué sucede y como la resuelven.
Más allá de las ciegas guerras dicotómicas en redes sociales en favor y en contra del presidente a causa del desabasto, no puede haber nadie en su sano juicio en el gobierno federal que pueda pensar que la grave escasez no generará un daño quizá irreversible en la amplísima aceptación social y aprobación de Amlo.
Esto es: de la nada, gratuitamente, su aprobación sufrirá un buen fregadazo que mucha falta puede hacerle en las elecciones del 2 de junio próximo.
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