Mientras los medios de comunicación más respetables y de mayor raigambre a nivel global han tomado con precaución tanto a la persona como a la acción perpetrada por Julian Assange de robar información vía cibernética de personas, gobiernos e instituciones, varias figuras públicas han salido en su defensa.

Para los medios de comunicación implica un hecho sin precedente, en materia del periodismo de investigación en los nuevos tiempos de la sociedad de la información, aunque haya quien le busque parecido a la trama de filtración de datos sucedida contra el presidente Richard Nixon que dio lugar al más famoso caso de la historia del buen periodismo de investigación: el caso Watergate (1972) y que culminó con la caída del político dos años más adelante.

Todo comenzó con el robo de unos documentos en la sede del complejo Watergate del Partido Demócrata el 17 de junio de 1972, alguien envió un comando de cinco personas para espiar. Después se supo que era Nixon.

Los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein de The Washington Post se dieron a la tarea de verificar la información y de obtener nuevas filtraciones a fin de atar cabos al respecto de una trama de investigación y espionaje establecida por Nixon para hurgar en el Partido Demócrata así como en la vida de otros personajes de la política, de las finanzas y de la prensa.

Woodward y Bernstein descubrieron el pago de sobornos desde la Casa Blanca y el uso de instituciones como el Departamento de Justicia, el FBI y la CIA para las tareas de Nixon.

Ambos reporteros contaron con un contacto anónimo, una fuente a la que denominaron “garganta profunda” por su voz áspera; fue hasta 2005 cuando se reveló que se trataba de William Mark Felt, subdirector del FBI, en la década de 1970.

¿Hay comparación entre las millones de filtraciones por un robo informático que realizó el fundador de WikiLeaks y que dejó al descubierto desde papeles confidenciales de gobiernos de casi todo el mundo junto con conversaciones entre algunos de los líderes con lo realizado por los filtradores del caso Watergate? ¿Es Assange un moderno “garganta profunda”?

La penetración de la sociedad de la información en las vidas cotidianas y en los asuntos de las instituciones públicas, gubernamentales y así como de los corporativos empresariales y financieros muestra ese matiz de doble cara: por un lado, la rapidez en las comunicaciones, la eficiencia de la interconectividad; y por otro, la elevada exposición al riesgo de quedar expuestos al robo, al hackeo y también al escarnio digital.

Los medios de comunicación, en el caso de Assange, evitan un posicionamiento al encontrarse intrínseco un debate ético-moral; el periodismo de investigación busca dar respuestas creíbles y certeras a determinada problemática, por ejemplo, ¿quién controla la prostitución en Las Vegas? ¿Cómo actúa la Mara con los inmigrantes? ¿Por qué se cayó en Etiopía un avión Boeing 737 Max 8?

Avalar que es periodismo de investigación que un hacker entre a la cuenta de un organismo y filtrar per se todo los archivos tendría como consecuencia, el aliento para que otros y más hackers hicieran lo mismo. A Woodward y Bernstein les dieron el Pulitzer de 1973 a Assange presumiblemente le aguarda la cárcel.

En Estados Unidos lo que preocupa, en tiempos áridos de entendimiento entre el inquilino de la Casa Blanca y los medios de comunicación, es la interpretación que se dé acerca del periodismo de investigación bajo el marco legal de una conspiración.

La revelación de secretos tiene su dualidad: a Assange lo quieren juzgar en Estados Unidos por “un grave delito a la seguridad informática” que puede tener penas máximas por “espionaje” y “alta traición”.

El periódico El País rememoró que en 2010, el Committee to Protect Journalists (CPJ) envió una carta al fiscal general y al entonces presidente Barack Obama “solicitando que no se usara el Acta de Espionaje en el caso de Assange” y que sobre todo “la acusación no fuera por la publicación y difusión de documentos clasificados”.

Obama decidió no hacer nada para evitar enfrentarse con la ira de los grupos defensores de la libertad de expresión, empero, con el presidente Trump las cosas pueden cambiar al respecto.

La prensa estadounidense está muy al pendiente de qué tipo de argumentos serán usados contra Assange, considerando que hay una orden de extradición desde hace dos años… por un delito informático contra el gobierno de Estados Unidos… y que le podría costar la vida con la pena máxima.

*Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

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