Coxcatlán.- Bajo el resguardo oficial del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se localiza en este municipio la denominada Cueva del Maíz, sitio histórico que a pesar de su apariencia actual, no sólo posee un amplio bagaje cultural, sino también un elevado potencial turístico, aún no explorado, sobre todo en el rubro de turismo alternativo.

Según estudios realizados, el Valle de Tehuacán, por sus características climatológicas y sus refugios secos, especialmente por sus cuevas, fue el lugar natural idóneo para conservar restos vegetales y animales ahora extintos, tan es así que entre 1960 y 1963, un grupo de investigadores, dirigidos por el norteamericano Richard S Mac Neish, desarrollaron el Proyecto Arqueológico-Botánico Tehuacán, el cual descubrió aquí una secuencia arqueológica o línea de tiempo ininterrumpida de casi doce mil años.

Luego de explorar cuevas y abrigos rocosos, lo mismo que orillas de ríos y manantiales, abundantes en esta región, se establecieron nueve fases históricas: Ajuereado, El Riego, Coxcatlán, Abejas, Purrón, Ajalpan, Santa María, Palo Blanco y Venta Salada, mismas que muestran evidencias claras de ocupación humana, así como del proceso de domesticación de una gramínea conocida hoy como maíz, lo que implica el hallazgo de vestigios del paso del hombre desde un estatus de nómada hasta alcanzar un alto grado de civilización.

Si bien no tendría sentido sugerir que los habitantes de esta altiplanicie mexicana fueron los primeros o los únicos en el hemisferio occidental que cultivaran el maíz silvestre, lo que sí se puede decir es que Tehuacán es de los primeros cuya evolución se ha investigado de manera científica a detalle, cosa que no ha sucedido con la prehistoria del viejo mundo u otras del nuevo, de ahí que puntos geográficos como la Cueva del Maíz, sean una valiosa referencia.

De acuerdo con las investigaciones efectuadas en esta zona, durante la Fase Coxcatlán (4900 a 3500 a .C.), surgió una incipiente agricultura y al final de este periodo ya estaba domesticado el amaranto, el frijol común, la calabaza y el zapote negro y blanco; se inició la domesticación del maíz, el chile, el aguacate y el guaje, continuó la caza de animales y la recolección de plantas y las piedras de moler y morteros fueron substituidos por los metates con mano.

En un informe presentado a la comunidad científica en noviembre de 1964, publicados en México por la Revista Siempre y tomados de Scientific American con la traducción de Gladys Haro; Mac Neish (autor del libro: The Prehistory of the Tehuacan Valley, el cual consta de cinco volúmenes editados entre 1967 y 1972 por Robert S. Peabody Foundation, University of Texas Press), se explica que se llevaron a cabo una serie de trabajos arqueológicos en el valle árido de Tehuacán, ubicado al sur del estado de Puebla, cuyos resultados arrojaron 12 mil años de prehistoria que representan el registro más antiguo de cualquier otra área del Nuevo Mundo.

En conjunto, no sólo arqueólogos y botánicos, sino más de 50 expertos en zoología, geografía, geología, ecología, genética, etnología y otras disciplinas que no solo se enfocaban al estudio del maíz sino también de otras plantas, hicieron excavaciones mayores en 12 sitios del Valle de Tehuacán y aún cuando solo cinco cuevas (Coxcatlán, Purrón, San Marcos, Tocorral y El Riego) contenían restos de maíz antiguo, éstos y otros lugares estratificados brindaron una rica información adicional sobre la gente que habitó el Valle.

En cuatro temporadas de excavación -de 1961 a 1964- se logró una vasta cosecha arqueológica que incluyó aproximadamente un millón de restos individuales de actividad humana, más de mil huesos de animales (entre ellos antílopes y caballos extintos), 80 mil restos de plantas silvestres individuales y 25 mil especies de maíz, recordó.

Los artefactos se ordenaron en significativas secuencias de herramientas de piedra, textiles y alfarería. Estos descubrimientos mostraron un cuadro casi continúo del surgimiento de la civilización en el Valle de Tehuacán. Al menos y, por el momento, se tiene en Tehuacán la evidencia de la primera vida aldeana, un buen número de esqueletos de los indios más antiguos que se conocen y la primera y más elemental alfarería de México, se concluyó.

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