El pasado 9 de mayo se celebró el Día de Europa, un festejo en la ciudad rumana de Sibiu, a la que se desplazaron los líderes europeos… todos menos la primera ministra británica Theresa May.

Parece que el destino de la Unión Europea (UE) depende en buena medida de la ruptura británica, debió acontecer el pasado 11 de marzo a las 23 horas pero el enorme lío político interno en Reino Unido, ante la incapacidad de May, de entenderse con Westminster (propiamente con la Cámara de los Comunes) retrasó la aplicación del Brexit.

Se ha vuelto una especie de laberinto en el que la UE ha quedado atrapada, con negociaciones desgastantes mientras internamente en varios países los partidos ultranacionalistas, xenófobos y antieuropeístas crecen como hiedra dispuesta a extenderse por todo lo alto.

Lo que se juega es el futuro de la unidad europea que no ha sido nada fácil de construir, ni de mantener, en un continente de sangre guerrera que a lo largo de los siglos ha sostenido luchas intestinas de dominación y devastación.

El siglo pasado se vivieron dos conflictos de enorme intensidad con dos guerras mundiales, la última significó para la Humanidad nacer a la era de la bomba nuclear.

Un poderío intranquilizante porque la meta en defensa de muchos países es precisamente obtener el know how para fabricar sus propias bombas; en Europa, no solo la devastación arquitectónica e inmobiliaria, sino el profundo drama de millones de seres humanos muertos en dichas conflagraciones son una piedra angular para exaltar la paz como el único camino de entendimiento.

Hay agoreros malintencionados que consideran que el Brexit ha herido en el ventrículo izquierdo del corazón a la UE, a su unicidad, a su resiliencia para en 62 años de existencia (desde el Tratado de Roma) crecer, readaptarse y sobrevivir a los desafíos.

Desafíos con brazas ardientes porque aguantaron la caída de Europa del Este con la cortina de hierro, vivieron la reunificación de Alemania, pero padecieron las guerras internas de la desintegración de Yugoslavia; han campeado las amenazas rusas como han podido sin contar con un ejército de defensa común y sin contar con el arsenal necesario para la política exterior de amago.

Por si fuera poco, algunos países con fuerzas internas terroristas persiguiendo sus propios objetivos, le ha pasado a España hasta que ETA depuso las armas y a Reino Unido, con Irlanda del Norte, azuzados con el IRA hasta la firma de los Acuerdos de Viernes Santo que trajeron su disolución.

Económicamente hablando, el golpe más fuerte lo han resentido con una crisis económica, profunda y larga, de ocho años de cuya intensidad todavía no se sale del todo con crecimientos del PIB raquíticos, abultado desempleo, graves problemas sociales y un Estado Benefactor bastante nimio. Hay europeos enojadísimos.

Y ese enojo ha lubricado al Brexit y a muchos otros políticos y movimientos rupturistas de la UE, por eso hay nerviosismo, un clima de intranquilidad ante la proximidad de las elecciones para elegir el nuevo Parlamento Europeo.

La cita a las urnas, del 23 al 26 de mayo, reconfigurará el rostro del Europarlamento. Cada país, con sus respectivos grupos políticos, intenta lograr el mayor número de escaños… es una competición clara entre la gente que quiere más Europa contra la que quiere menos Europa.

A COLACIÓN

El proyecto que dio origen al cónclave europeo surgió en 1951 gracias a la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) cuya idea desarrolló Robert Schuman, ministro francés de Relaciones Exteriores, que buscó un año antes –el 9 de mayo de 1950-, un acercamiento con la Alemania vencida y dividida para crear un canal de negociación a fin de evitar una nueva guerra por ambición. Por esa razón el 9 de mayo es el Día de Europa.

¿El modelo? Perfectible como todo, va cambiando la población, las necesidades, los retos, los países que jalaban de la locomotora europea en el renglón económico crecen tibiamente. La Europa del Este demanda más protagonismo aunque se mantiene renegada para acatar los acuerdos de la mayoría.

Si Grecia hace unos años era el punto de preocupación, lo es Italia en la actualidad y la probabilidad de un nuevo brote de violencia separatista en Irlanda del Norte… aunque la pésima actuación de la primera ministra británica encima está sacando a la calle a miles de personas; ayer lo hicieron con pancartas para exigir que Gales se independice de Reino Unido.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

 

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