Tehuacán. La medicina indígena tradicional posee una dimensión histórica, constituye un vestigio vigente de ese mundo prehispánico desdibujado pero palpable, forma parte del México que se niega a ser globalizado y emerge como un elemento operativo y viviente del patrimonio cultural, enlazando tiempos y espacios.

A través de ese uso empírico, se expresan la diversidad natural y cultural del país, la insuficiencia de la asistencia médica oficial en asentamientos urbanos y rurales y también la inventiva y riqueza del saber popular, señaló Paula Sertorio Meneses, partera empírica y presidenta de la Organización de Médicos Tradicionales Nahuas “Fucheemia Fjumma Tlapajtia” de la región de Tehuacán, al considerar urgente la formación de nuevos cuadros de médicos tradicionales.

La representante de dicha agrupación -que inició labores hace 20 años, se integró como asociación civil en marzo del 2001 y está compuesta por 45 miembros entre curanderos, parteras, hueseros, hierberos y sobadores de la Sierra Negra, el Valle, la Mixteca, la Montaña y Tierra Caliente-, explicó que la medicina tradicional está en riesgo de perderse, no nada más por el embate de la globalización y la apertura del mercado mundial sino principalmente, por la avanzada edad de los médicos actuales, situación que ha hecho que sean cada vez menos los que la ejercen, de ahí que prevalece el temor de que al devenir su muerte se lleven a la tumba sus conocimientos, dado que no hay quien los sustituya.

Actualmente, dijo que a pesar de que es necesario que se continúe la capacitación, el rescate y la promoción de tales conocimientos, esta labor se ha visto limitada por la falta de apoyo y la paupérrima situación económica de quienes se dedican a esta actividad.

La sociedad y los tres niveles de gobierno no han sido capaces de reconocer esta práctica, por eso es necesario que se realicen eventos donde se difunda este recurso, propio de las comunidades indígenas, ya que es una herramienta  de gran utilidad que no ha perdido vigencia”, subrayó.

No se trata de rescatar el folclore de los indígenas, sino una rama de su cultura, una expresión de su cosmovisión, pues si bien no es la panacea de la medicina, ni una medicina alternativa, los pueblos indígenas la siguen practicando como mecanismo para fortalecer sus raíces, su cultura y su integridad como pueblo, además, no hay que olvidar el bienestar físico y social que aporta a los habitantes de las comunidades que atienden, subrayó.

Por otra parte, el médico indígena tradicional, José Luis Sánchez Alvarado, señaló que todavía hoy en día, entre el 70 y 90 por ciento de las personas del medio rural depende de la herbolaria para tratar su salud, no obstante, ambos: plantas y curanderos, están en peligro de extinción.

Agregó que aún cuando a nivel internacional hay un claro rechazo de los métodos profesionales hacia la medicina tradicional, a la cual se le califica como charlatanería, curanderismo, “yerberismo” y hasta brujería; de igual forma, han surgido especialista del área de la salud interesados en trabajar con los recursos que ofrecen las culturas prehispánicas, cuyos vestigios sobreviven a pesar de la influencia de conocimientos y materiales extranjeros inspirados y recabados de los códices mexicanos que obran en su poder.

Refirió que los conocimientos tradicionales son criticados como dogmáticos, sin analizar la cosmovisión en que son concebidos y la experiencia que, en este caso, añaden los curanderos, menos aún se admite que tal vez se trata del descubrimiento de ciertos principios que ni la ciencia logra explicar.

La riqueza medicinal existente en la naturaleza “es invaluable”, pues se estima que hay alrededor de cinco mil plantas con potencial medicinal entre hierbas, arbustos y árboles, pero sólo dos mil han sido registradas.

En el ámbito mundial se utilizan alrededor de 21 mil plantas medicinales y pese a que se ha recomendado su cultivo, ésto no ha sido posible debido a que es difícil que algunas “peguen” y/o se requieren en pequeña escala, lo que aunado a que su cotización es menor a su costo de producción y prevalece la suposición de que el recurso de origen tiene mayor calidad, las hace inviables en términos económicos.

“Nuestro espíritu tiene una tendencia natural a rechazar todo aquello que no se halla dentro de las creencias científicas, de tal suerte que lo que no se puede explicar mediante las teorías conocidas, no existe”, añadió, al puntualizar que investigaciones modernas confirman cada día más los fundamentos de las nociones tradicionales provenientes de un simple empirismo, lo cual  obliga a no burlarse de ciertos tratamientos por la sola razón de que el estado actual de la ciencia no ha permitido descubrir sus verdaderos por qués.

Ante ello, propuso sumar los conocimientos de la medicina moderna a los de la medicina tradicional, socializar el trabajo médico y discernir cuáles modelos terapéuticos accesibles son mejores, sobre todo por que las condiciones económicas y políticas del país requieren formas novedosas, amén de que atender la salud debería ser la finalidad primordial de cualquier tipo de medicina.

Es así que, por ejemplo, para tratar a los enfermos se tiene la geoterapia (empleo del barro), la hidroterapia (empleo del agua), la helioterapia (empleo del aire y del sol) y la psicología (medicina cultural).

Los datos estadísticos preliminares obtenidos del tratamiento de pacientes con plantas medicinales permiten sostener que “hay otra opción” para coadyuvar en la solución del problema de salud de la población, evitando la salida de divisas y efectos colaterales de las medicinas de patente, así como los elevados costos que hacen casi inalcanzables los medicamentos modernos.

Es preciso sistematizar los trabajos, de tal manera que cada región ecológica conozca sus recursos naturales, su flora medicinal y los beneficios que ofrece, los identifique desde el punto de vista botánico y proceda a su uso.

Asimismo, es necesario capacitar promotores para cuidar de la salud de cada comunidad, con lo que se podrá contribuir al mejoramiento de su salud y de la economía familiar, además de que con la puesta en operación de las actividades herbolarias se incentivaría la generación de fuentes de empleo.

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