Atlixco. Tarde se abrieron las puertas de lo que fue el Centro de Reinserción Social (CERESO) regional ubicado en esta ciudad, ya no hay reos y a pesar del año ocho meses que han pasado desde el sismo, por lo que trasladaron a todos, aún huele a hacinamiento.
Este martes las puertas se abrieron para efectuar un acto protocolario, pero fue imposible pasar por alto la decadencia en la que pagaban sus penas al menos 200 reos, mujeres y hombres. El olor a encierro esta incrustado en las paredes, en las escaleras, puertas y barandales que conforman de manera improvisada cada área dentro de la comandancia-Cereso que fue esta área del edificio de palacio municipal de Atlixco.
El olor no se va, pese a que las personas de limpieza tallaron pisos y paredes con cloro y aromatizantes líquidos; la penumbra es característica, más aún en el área de separos, donde el ambiente se siente denso y pocos de los reporteros se atrevieron a entrar para ver las cientos de leyendas pintarrajeadas en las paredes.
La primera escalera de cemento con la que uno se topa es la que lleva a tres oficinas, entre ellas la que fuera para el director de seguridad pública, pero principalmente da acceso al área de mujeres. Cuando la escalera de un metro de ancho termina, se ven tres escalones muy pequeños, menos de 30 centímetros de ancho, acaban en una enorme puerta azul de metal, misma que con varios empujones logra abrirse para mostrar un medio baño, un refrigerador, varios trastes tirados y polvosos.
En 1994 esta área era abierta, las mujeres tenían sus camas unas frente a las otras, del techo colgaban tendederos para secar sus prendas y la luz del día entraba; ahora hay tres cubículos para albergar dos literas cada uno en donde sí se encierran, no se ve el sol.
Saliendo de ahí está la entrada al aula donde tenían libros y recibían capacitaciones, en el suelo de la misma hay una docena de monitores de computadoras abandonados, junto con un librero lleno de ejemplares de la SEP. Todo está lleno de excremento de urraca y paloma, todo lleno de polvo.
Bajando por otras escaleras reducidas, se encuentra la puerta al patio del Cereso, un lugar que mide 10 por 10 metros, donde se encuentran los sanitarios comunitarios y más puertas, dentro de ellas el hacinamiento total.
Pequeños cubículos de dos por dos metros, donde dormían hasta cinco presos, así es el área de los hombres; un sector más grande que el de las mujeres, se ubica debajo de la sala de regidores y de lo que fueran las oficinas de compras e inspectoría del municipio, por el lado interior del palacio municipal.
Las pequeñas celdas, se reproducen hasta en un segundo piso donde apenas cabe una persona de pie. En algún momento, mandaron a colocar focos aparentemente para que cada reo que dormía en la parte superior tuviera una luz. Bajo un arco de los que forman parte del patio de palacio que hoy está bloqueado, improvisaron más celdas, ocho en total, a las que solo se tiene acceso por una escalera simple de metal. De igual manera, al cerrar la puerta principal de esta área, no se ve ni el sol ni el cielo azul.
Destaca al final del pasillo de celdas oscuras, frías, mal olientes y con recuerdos de sobrepoblación, los presos colocaron un altar, en la parte superior una imagen de la virgen de Guadalupe que junto con varias cruces cuidaban de ellos, hoy se quedaron ahí olvidadas y en medio de la penumbra.
“Debió ser horrible estar encerrado aquí durante el sismo, no poder salir, no poder saber que había pasado afuera, no poder correr a ver a la familia para saber si estaban bien”, comentó uno de los funcionarios que este día también entró por primera vez a este lugar y es que aún se pude ver en la zona de mujeres el desprendimiento de parte del revocado, pero sin lugar a dudas el más alarmante fue el muro superior en el patio del Cereso, dejando al descubierto el adobe con el que están construidas las paredes de palacio local.
Es preciso señalar que durante años, el presidente municipal en turno solicitó la creación de un nuevo Cereso debido a que el hacinamiento en el de Atlixco ya era demasiado.
Este Centro de reinserción fue pensado para albergar en su máxima capacidad a 120 presos, entre mujeres y hombres, rebasando los 200 habitantes; por ello trabajadores sociales, psicólogos, religiosos y hasta jóvenes en horas de servicio social manifestaron en diversas ocasiones a los medios locales la urgencia por reducir el sobrecupo.
Durante el periodo de Ricardo Camacho y de Rafael Moreno Valle como gobernador, avanzó el proyecto al grado de tener posibles terrenos para la construcción del Cereso intermunicipal, pero quedo sólo en eso.
Fue después del el sismo, la noche del 19 de septiembre de 2017, los reos mediante un fuerte operativo de seguridad pública municipal, estatal y del Ejercito fueron evacuados del lugar, para poner a salvo sus vidas siendo trasladados al penal de San Miguel en Puebla, quedando vació, guardando entre sus paredes los miedos, la histeria, ansiedad, arrepentimiento y soledad de los que aquí pagaron sus sentencias.
Hoy la administración municipal dio inicio a la reconstrucción del muro dañado dentro del Cereso, con el objetivo de rehabilitar el área para poder usarlas como oficinas municipales, invirtiendo un millón 243 mil pesos.
Para algunos, este lugar necesita una buena limpia, una remodelación completa, ya que hasta los mismos burócratas sienten algo de temor al estar ahí dentro.