La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) aportó en su informe estadístico anual, Tendencias Globales, que en 2017 en el mundo había 68.5 millones de personas desplazadas.

En unos días conoceremos la información más reciente correspondiente al año pasado, lamentablemente tampoco se anticipa nada halagüeña considerando que las migraciones humanas están siendo muy condicionadas por las guerras, los conflictos políticos y también por el cambio climático.

De cara al 2020 se observa una enorme presión en tres frentes: 1) Los países que son los focos expulsores de seres humanos por diversos problemas desde las guerras, el impacto acuciante del cambio climático hasta por razones económicas; 2) Los países que sirven de tránsito para llegar hacia los países meta; 3) Los países recipiendarios o meta a los que se desea arribar.

El gran problema está en los países de tránsito que se han convertido en terrenos fértiles de tratantes de personas, captadores de gente desesperada por una u otra razón y herida en el alma al ser forzadas a dejar sus países de origen… el amado terruño.

En los países de tránsito van pululando negocios de coyotes, mafias y otros grupos que han nutrido a su alrededor toda una industria que se lucra con el dolor de los migrantes. Unos quieren llegar a los países-meta y otros aprovecharse de ello.

México tiene ese enorme conflicto en sus tripas, como si fuese una vorágine intestina, no es país meta pero sí de tránsito hacia el vecino del norte y para quienes no lo consiguen pasa a ser la única opción. Entonces, encima, el país se queda con mucha gente que viene de fuera.

No estoy escribiendo una columna que satanice a la inmigración, que inflame el odio contra el extranjero y empodere más a políticos que piensan como Donald Trump. Lo que intento es reflexionar acerca de la necesidad de tener el control de las líneas fronterizas tanto al norte como al sur del territorio.

El presidente de Estados Unidos ha defendido a diestra y siniestra aquello de una frontera segura a como dé lugar, ensimismado está presionando al gobierno de Andrés Manuel López Obrador para que haga algo al respecto.

El anuncio del envío de seis mil efectivos de la Guardia Nacional hacia la frontera con Guatemala ha servido para, de momento, no hacer efectiva la amenaza de Trump de gravar con el 5% (a partir del 10 de junio) las importaciones provenientes de México.

Ha quedado suspendida, no obstante, me parece que el mandatario mexicano y su equipo de Relaciones Exteriores y de la Secretaría de Gobernación junto con Defensa deben crear un gran programa de prevención de la inmigración ilegal, otro de combate con penas lo más elevadas posibles contra los coyotes y traficantes de personas y uno más con programas de reinserción económica y social en los migrantes que se queden en territorio nacional cumpliendo con los trámites de regularización.

A COLACIÓN

López Obrador es de Tabasco y sabe muy bien que desde la entrada de México en el TLCAN el 1 de enero de 1994 comenzó a gestarse una especie de efecto llamada para miles de centroamericanos que, bajo el espejismo del acuerdo comercial tripartito con Estados Unidos y Canadá, quisieron aprovechar el boom creyendo que de alguna forma también les beneficiaría como mano de obra barata.

No es la primera vez que escribo una columna o del tema aseverando que llevamos años, décadas con la frontera sur siendo una coladera pero ojo, tampoco podemos ignorar que la frontera norte es otra gran coladera.

No únicamente hay tráfico de personas, lo hay igualmente de contrabando, estupefacientes, niños, mujeres, tráfico de órganos y esclavitud sexual. Depredadores que llegan a matar gente en México y se cruzan del otro lado a su país con la mayor facilidad.

Los mexicanos queremos una frontera segura hacia el sur del territorio e igualmente hacia el norte de la geografía patria… no debe temblarle la mano al presidente López Obrador para enviar otros miles de efectivos de la Guardia Nacional hacia la frontera con la Unión Americana.

No debe temblarle tampoco para imponer un visado para los países centroamericanos e igualmente exigirlo con Estados Unidos, es prioritario, poner orden en ambas fronteras. Porque hacerlo implica que México pueda reiniciar el camino para recuperar su seguridad.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

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