Ya lo decía Porfirio Díaz a inicios del siglo pasado: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”; si bien no existe geográficamente hablando una forma lógica de romper con la vecindad, a lo largo de la historia reciente del país azteca la injerencia norteamericana ha sido consistente, para bien y para mal.

El dictador oaxaqueño no tenía una buena relación allende las fronteras, Díaz prefería mirar a Europa para sus relaciones de inversión y comerciales inclusive para inspirarse en sus monumentos a fin de trasladar ideas para embellecer al país.

Hay vecindades conflictivas y tanto que terminan en asonadas bélicas, invasiones cuando uno de los ejércitos se atreven a traspasar la línea fronteriza; algunas franjas candentes son, por ejemplo, la de India con Pakistán; así como la de India con China; Perú con Colombia; Venezuela con Colombia; Israel con Siria; Afganistán con Pakistán; Camboya con Tailandia; India con Bangladesh: Corea del Norte y Corea del Sur; República Democrática del Congo y Angola; Arabia Saudita y Yemen; Chad y Sudán.

Por supuesto está la de México con Estados Unidos, formada por 3 mil 169 kilómetros de separación, convertida igualmente en un gigante cementerio el destino fatal de miles de personas que a lo largo de los años han perecido en el intento por cruzar del otro lado e ignoramos cuántas han sido asesinadas por locos extremistas xenófobos.

Bajo esa baza de la frontera segura a la que tanto apela en su diatriba el presidente Trump, hace unos días todo pareció ensombrecerse para la economía mexicana tras la amenaza de los aranceles en las importaciones mexicanas. El primer golpe sería por un 5% e iría subiendo gradualmente hasta completar un 25% en un lapso de cuatro meses.

En pocos días todo cambió al menos ha quedado patente la enorme vulnerabilidad de la economía nacional ante los caprichos de un ambicioso y narcisista gobernante como Trump que, encima, suele ignorar los acuerdos con un simple tuit.

Política en tiempos de Twitter, solo hace falta que la próxima declaración de guerra también acontezca desde esta red social, a la que el pelirrubio es fanático usuario.

Para el presidente Andrés Manuel López Obrador estos días de amenazas e idas y venidas a Washington de una amplia batería diplomática posible marca un punto de inflexión: todos sabemos que su homólogo norteamericano no tiene palabra… léase bien, en unos días más anunciará su precampaña buscando quedarse otros cuatro años en la Casa Blanca y el tema de México, los inmigrantes, los narcos y hasta el de los aguacates entrarán en la retórica infernal de Trump.

Ni siquiera se ha avanzado en que los respectivos congresos aprueben el T-MEC (sustituirá al TLCAN) al menos se ha logrado que Estados Unidos elimine la imposición de aranceles al acero y al aluminio que anunció sorpresivamente el año pasado y dañando a sus dos socios naturales del TLCAN, esto es, México y Canadá.

A COLACIÓN

¿Qué debemos aprender del amago de Trump? Primero, este señor es altamente probable que sea reelegido y se quede en el cargo hasta 2025, lamentablemente el ciudadano promedio americano piensa como él, se siente cada día más estadounidense cuando ve a su presidente pisarle los callos a todos los mandatarios del mundo y faltarles el respeto sin miramiento alguno.

Eso los empodera aunado a los resultados positivos en algunos indicadores que le están dando al dignatario una aprobación por arriba del 50 por ciento.

Los propios tiempos internacionales están coadyuvando a que el discurso del odio, de la xenofobia, en suma de la sinrazón encuentren un potente hueco en determinados sitios de decisión.

México tendrá que tragar a Trump hasta entonces, lo que no debe es estar sujeto al capricho de él, esa es la parte medular del asunto, la lección es que la crítica feroz contra el TLCAN de que “ataría” a la economía mexicana ha terminado cumpliéndose.

Somos el país que más tratados y acuerdos comerciales tiene firmado con el resto del mundo y no los aprovechamos a cabalidad, y es por desidia, porque falta estructura en el gobierno mexicano para enseñarle a un empresario cómo negociar con otros que no sean ni españoles ni estadounidenses, ni ingleses, ni francés ni suizos ni germanos ni holandeses.

Me parece que ha llegado la hora señor presidente López Obrador de diversificar la cesta comercial y de inversiones del país hay que potenciar relaciones con India, China, Rusia, Arabia Saudita, Qatar, Kuwait, Malasia y Tailandia. Hay que ayudarle al exportador mexicano a abrirse paso en dichos mercados, Trump nos volverá a pegar una puñalada por la espalda en cualquier momento… estamos avisados.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

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