Siempre he defendido que el discurso político de AMLO no es malo. Nuestro presidente desea, al menos así lo ha afirmado reiteradamente, un mejor país para todos. También hemos coincidido en que lo malo no es el fondo, sino la forma. Sin embargo, bajo el amparo de las buenas intenciones, bien cabría la pregunta de, sí verdaderamente, estamos dispuestos TODOS para sumarnos a esa 4T.

Me explico: El llamado a la inclusión de todas las religiones y credos para coadyuvar a este gran movimiento de transformación y rescate al tejido social no suena tan mal. La religión, a decir de Zaffaroni (gran penalista argentino) es un poderoso mecanismo de control social. Es la fuerza que se integra en una sociedad para dirigir la conducta humana hacia los senderos últimos de paz, armonía y amor al prójimo. La coacción habita en la conciencia humana temiendo el castigo, por ejemplo, de la flama eterna o de la reencarnación en posiciones adversas, si en esta vida no cumplimos cabalmente con esos lineamientos.

No cabe duda que en nuestro país hemos llegado al absurdo de encontrar las imágenes de santos, vírgenes y cristos en altares intocables y bellamente decorados, ubicados en sectores altamente criminógenos, ante los que se hincan y persignan los delincuentes antes de salir a cometer sus fechorías, por evitar la expresión de mutilaciones, desgarramiento de cuerpos, violaciones y asesinatos. Lo cierto es que fervientemente consignan sus almas al creador para salir lo mejor librados de los sucesos lacerantes que van a cometer. Parece que aún siguen creyendo y temiendo a algo místico, y ante la falta de credibilidad en nuestras instituciones terrenales, se abre una extraordinaria oportunidad para manipular conciencias desde la fe.

Si la inclusión de la religión fuese, exclusivamente, para reforzar los valores mínimos de convivencia social, como amor, respeto, gratitud, humildad, solidaridad, generosidad, tan solo por mencionar algunos, seguramente obtendríamos fabulosos resultados, nada le hace más falta a México que practicar todo tipo de valores. Observamos con tristeza la forma en que se han ido mermando hasta el grado en que ya no nos conmueven las noticias de la nota roja, o el pesar del vecino. Nos hemos blindado con gruesas capas de egolatría e indiferencia dejando de lado el bienestar común.

Hasta hoy se han reunido, con el gobierno federal, representantes de las iglesias Católica, Anglicana, Evangélica, Luz del Mundo, de la Cienciología, Luterana, Budista, Musulmana, Sikh y Judía integradas al Consejo Interreligioso de México. No hay duda de que contando con la estructura y capacidad de penetración hasta el último rincón del país se logre influir en el pensamiento y en la percepción de las personas. En estas reuniones se planteó como uno de los objetivos: “contribuir a la gobernabilidad, prevención social y reconstrucción del tejido social en los ámbitos familiar, comunitario, laboral y ciudadano”. Insisto en que la justificación del discurso no suena nada mal. ¿Qué ciudadano no sueña con que regrese la paz a sus comunidades? Hoy día ni siquiera la delincuencia y “los malos” están a salvo de caer muertos a manos de otro y eso, en el mejor de los casos.

Apegados a las buenas intenciones de nuestro presidente y otorgándole nuestro voto de confianza, se palpa la desesperación por echar mano de todas aquellas fortalezas que puedan emplearse para pacificar al país. Lo está haciendo con el ejército, ahora intenta sumar a la Iglesia. Le convendría mucho hacer un análisis de contrición para sopesar y arrepentirse de la polaridad social en la que ha hundido al país. La puerta con la Iglesia la abrió él, y los demás, como invitados a su transformación, deberán asumir sus reglas. Nada más no perdamos de vista que cada sector defenderá sus propios intereses.

¿Sabía usted, estimado lector, que la congruencia puede observarse en la relación de coherencia que hay entre las acciones de una persona y aquello que predica?

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here