Ayer el periódico El País puso el acento en su editorial acerca de los siete prematuros meses de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador conminándolo a tomar prudencia pero sobre todo a crear un ambiente de credibilidad y confianza para la inversión nacional y fundamentalmente, la internacional.

Hay una malentendida obsesión en los políticos que llegan al poder, sobre todo si éstos, provienen de un marca política distinta a la de su antecesor porque entonces hay que dejar el marchamo personal a como dé lugar: hay quienes cambian el nombre de las calles para colocar a sus próceres más afines, inclusive hubo un presidente (Vicente Fox) que ordenó tirar toda la papelería oficial membretada de la Administración Pública… se gastó una millonada en cambiarla para ponerle el águila azteca mochada. Amigos lectores, seguro que se acuerdan.

Pero la obsesión de López Obrador es mucho más visceral, siente que tiene a priístas y panistas metidos adentro de todos los órganos de gobierno y de las instituciones y secretarías; por eso está recortando gente aquí y allá, dejando a muchos profesionales y profesionistas sin empleo.

Y además sin necesidad real de llegar a esta situación más que una “limpieza administrativa” no de dinero, sino de gente, que se vayan y dejen hueco para que llegue una nueva camada de personas afines a MORENA y a los amigos del presidente. Eso se llama crear una estructura de lealtades.

Eso es lo que se pretende desde el despacho de Palacio Nacional. Ya no es únicamente hacer la diferencia, y no dormir en Los Pinos, es no confiar inclusive en las fuerzas de seguridad del Estado para crear las propias con la Guardia Nacional. Se quiere lealtad, afinidad, la que consigues con guiños y que te permite después edificar complicidades esas en la que basta mirarse a los ojos unos a otros para porfiar.

Esta “limpieza” que no es étnica sino burocrática está provocando profundas divisiones entre los miembros de primer nivel del Gabinete del presidente, la salida de Carlos Urzúa vía una renuncia no esperada pero confirmada por comunicado en su cuenta de Twitter, ha sido digerida con preocupación en España.

El País señala precisamente que en su momento el nombramiento de Urzúa al frente de Hacienda contribuyó a calmar los ánimos y los temores de muchos inversores foráneos que apostaron por el bagaje profesional de Urzúa.

Le dieron a la economía azteca su voto de confianza, y en sus baremos de inversión en América Latina, volvieron a ubicar a México y a Brasil en sus dos grandes bastiones.
España lo hizo muy a pesar de la polémica cancelación de los planes de inversión en el proyecto del nuevo Aeropuerto Internacional de México, López Obrador siempre se opuso como candidato, lo convirtió en su diana favorita y ya como presidente electo en esa tersa transición aterciopelada y almibarada entre la administración de Enrique Peña Nieto y la suya, decidió echarlo abajo totalmente.

No solo se han afectado intereses nacionales también muchos extranjeros por, ejemplo, españoles como FCC, Acciona, Sacyr entre otros; y solo la presencia de Urzúa en una cartera tan sensible les mantuvo con cierta paciencia.

A COLACIÓN
Han pasado siete meses desde que se implementó la Cuarta Transformación y vamos para mal, la reciente renuncia indica que no se está de acuerdo con los planes ni con la visión lopezobradorista; y que muy posiblemente se haya ido porque lo que vendrá tampoco le gusta.

El FMI, la OCDE y el Banco de México han ajustado las previsiones de crecimiento a la baja, no hay necesidad de una austeridad en una economía que NO tiene una crisis, y que requiere inversión y gasto para amacizarla; y de un clima de certidumbre… que no se dé la impresión de que se lleva la rienda de improviso. Un rosario de elucubraciones.

Llama El País a trabajar para recuperar la fiabilidad, para evitar que se cumpla el temor del 40% de la población que cree que esto terminará en una nueva debacle.

No hay que bajar la guardia, con tantos desafíos externos lo peor para la nación sería entrar en una burbuja interna de descomposición, de levantar una batalla canalla contra el pasado sin mirar al presente y al futuro inmediato.

Hay necesidades acuciantes como pobreza, carencias, crear empleo, no dejar sin subsidios a los que más lo necesitan, más que derrumbar al Estado para volver a rehacerlo a modo del nuevo presidente, es imprescindible tomar decisiones, ejecutar programas, echar a andar la rueca del gasto. Es decir, gobernar ya.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

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