De acuerdo con información del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), de 2010 a 2015, el número de refugiados a nivel global incrementó un 55%; hay un imparable éxodo que supera los 65.3 millones de desplazados.

El informe titulado “Tendencias Globales” recoge toda una serie de datos que dan cuenta de las motivaciones que están influyendo en las actuales corrientes migratorias.

Hay inmigrantes que llegan a otro país solicitando ayuda en calidad de refugiado, ¿quién técnicamente lo es? Según lo recoge la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados: Un refugiado es una persona que debido a fundados temores de ser perseguido por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas se encuentre fuera del país de su nacionalidad; y no pueda o no quiera regresar”.

Aunque jurídicamente, en la práctica, se pueden esgrimir muchos más fundamentos y también, cada Gobierno en cuestión tiene bien definido bajo su marco de acogida a quién considera o no un refugiado.

Desde luego existen muchas variantes y motivos para que una persona decida, ya sea solo o con una parte de su familia o bien con toda, autoexiliarse o autoexpatriarse.

Los conflictos civiles, las guerras, las invasiones, cualquier forma de amenaza bélica que atente contra la vida de los naturales; sin embargo, no podemos soslayar otros propulsores como la hambruna, la sequía, la desertificación, la falta de oportunidades económicas, las persecuciones religiosas, entre tribus y sectas; las persecuciones ideológicas, terroristas o políticas e inclusive hasta por la propia condición sexual.

Actualmente existe una lamentable crisis humanitaria mundial y con el tema de los refugiados se han creado “tierras de nadie” en muchas zonas fronterizas convertidas en reducto de las personas que huyen de su patria.

No son un puñado de personas son millones, la propia ACNUR reconoce que atiende directamente al menos de 16 millones de personas que están atrapadas en esos inframundos fronterizos.

Y es que nadie sabe bien qué hacer con ellos, con los desplazados, muchos solicitantes de asilo y otros con calidad de refugiados cumpliendo a rajatabla con los convenios internacionales.

Los países de llegada no siempre los quieren o al menos no pueden con todos no existen los canales asertivos para insertar en la población a millones de extranjeros.

De alguna forma, la ONU junto con los grandes organismos no gubernamentales que actúan proveyéndoles de alimentos, atención sanitaria y hasta jurídica debería crear sendos programas para ir destrabando ese muégano humano.

¿Cuántos ya pueden, por ejemplo, ser reubicados en sus países de origen porque los conflictos que les llevaron a salir ya no existen más? ¿Cuántos son personas calificadas que bien valdría la pena rescatar profesionalmente hablando a fin de enriquecer el tejido socioeconómico?

A COLACIÓN

México no tiene una guerra civil ni lo azota un grupo terrorista como en el caso de Siria convulsionado desde diversos frentes, pero ya es tiempo de reconocer que el país azteca tiene un problema de refugiados centroamericanos y de otras partes de América del Sur (y hasta llegados de África) es dinamita pura a punto de estallar en un gravísimo problema humanitario.

Y le va a pescar a las autoridades con los brazos cruzados porque desde luego se podrá reinsertar social y laboralmente hablando a los mexicanos inmigrantes ilegales expulsados por las políticas persecutorias de Donald Trump. Ya han regresado a dos millones de compatriotas en los últimos años.

Pero no hay una política fehaciente para atender a tantos extranjeros que no logran cruzar hacia Estados Unidos y que se quedan en tierras mexicanas en un limbo legal. Porque no son inmigrantes mexicanos, ¿son refugiados? ¿Cumplen con las características del asilo? O partimos solo del hecho que en su mayoría son personas motivadas por alcanzar el sueño americano.

¿Qué hará México con toda esa gente que ya se le está peligrosamente acumulando sin contar con la infraestructura para ubicarlos ni recursos ni muchos menos leyes actualizadas para actuar rápidamente a fin de evitar que esa bomba de tiempo humana se convierta en una bomba de delincuencia? No son invisibles…

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

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