La esencia que tenemos como seres humanos en el sentir, pensar, actuar e interactuar pasa por las emociones. En el diccionario de la real academia de la lengua española, se define la emoción como la alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. En la psicología se entiende la emoción como aquello que sentimos cuando percibimos a algo a alguien. Son universales y comunes a todas las culturas (esto es esenciales a los seres humanos), sin importar tiempo ni lugar. Están siempre presentes y paradójicamente no les damos la atención que merecen.

Las emociones tienen tres funciones: adaptativa, social y motivacional. La capacidad de tener consciencia de nuestras emociones y sentimientos, reconocerlos y controlarlos, motivarnos para conseguir nuestros objetivos, reconocer las emociones ajenas y saber gestionar las relaciones interpersonales, se le conoce (en palabras de Goleman), como inteligencia emocional. Más que otro tipo de inteligencia que incluso se mide, esta otra impacta significativamente en nuestra calidad de vida.

Existen diversos planteamientos de identificación, algunas distinguen seis tipos de emociones básicas: 1) Alegría (sensación agradable de satisfacción y bienestar); 2) Tristeza (Sensación de desdicha o infelicidad); 3) Ira (sentimiento de enfado, irritabilidad o indignación); 4) Miedo (Aprehensión provocada generalmente por sensación de amenaza, peligro o dolor); 5) Sorpresa (Malestar o asombro ante algo inesperado); 6) Asco (Intenso desagrado ante algo repulsivo o repugnante).

Las emociones secundarias o aprendidas surgen como consecuencias de la socialización y del desarrollo de capacidades cognitivas: celos; culpa; orgullo; vergüenza; diversión; satisfacción; desprecio; por citar algunos. Las clasificaciones son amplias y se pueden llegar a expresar en más de doscientas variedades derivadas de las principales. La riqueza de estas connotaciones y la difusión de las mismas puede abonar a entenderlas mejor en un acto introspectivo.

Las emociones forman parte integral de nosotros, de ahí la importancia de conocerlas, reconocerlas e identificarlas. Se recomienda darnos cuenta de cómo nos sentimos, localizar físicamente la emoción (parte del cuerpo, por ejemplo, pecho o garganta), ponerle nombre de cual emoción estamos sintiendo, no juzgar y más bien aceptar nuestros sentimientos; buscar su origen y por qué están ahí, darle la importancia que tienen, sin mantener una sensación más allá de la situación que la generó.

Para reconocer los tipos de emociones y sentimientos en otras personas, es a veces útil observar las expresiones faciales y el lenguaje corporal, pues estos nos hablan igual que lo hacen las palabras. El sistema nervioso conecta los músculos de la cara con lo que estamos sintiendo y esto crea expresiones faciales que podemos reconocer. No obstante, es bien conocido que la inteligencia emocional ayuda a veces a responder de manera distinta a las situaciones que sentimos, por lo que observar expresiones faciales a veces puede ser positivo o negativo, pero no siempre es fiable. Los aspectos del lenguaje no verbal a la fecha no consolidan un conocimiento científicamente aceptable, no obstante, existen diversos estudios que abonan a generar indicios sobre sus implicaciones e incluso técnicas para identificar algunas situaciones particulares, sin dejar de tener un margen de error amplio.

Finalmente es útil remarcar que las emociones las vivimos en el cuerpo, y no sólo como conceptos más o menos abstractos, cuando nos negamos la oportunidad de nombrar la emoción que sentimos, dejamos abierta la posibilidad de exteriorizarlas a través de padecimientos que en la mayoría de los casos no logramos identificar y que deterioran seriamente nuestra calidad física y mental de vida. Para profundizar sobre la reflexión de este tema puede consultar: https://www.divulgaciondinamica.es/blog/tipos-de-emociones/

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