Unos de los grandes privilegios que me ha concedido la vida es ser abuela, de Mariana de 6 años y Elisa de 11 meses. Debo decirles que con esto de la pandemia no habíamos podido estar juntas como habitualmente lo hacíamos, las cuidaba y me cuidaban. Nos pudimos reunir hasta hace poco, qué ganas de abrazarlas y besarlas, son miradas y carcajadas que representan la mejor cura para cualquier padecimiento.

Hoy es una realidad que la pandemia ha pasado una factura a los niños que son uno de los grupos que más ha sufrido. Se les ha privado de muchas cosas, han padecido violencia intrafamiliar y pareció no ser importante conocer sus necesidades reales e intentar satisfacerlas; resultó más fácil dejarlos en manos de la niñera cibernética, una tableta, un celular, o de plano la computadora de casa, con todos los riesgos que esto implica.

A propósito del tema, me tope en el portal del Universal con una nota que me hizo sentir ganas de vomitar: “Entre enero y junio de este año las denuncias ciudadanas por pornografía infantil se incrementaron 157% respecto a 2019, al pasar de 121 reportes a 312, esto de acuerdo con el diario el Universal que publicó las cifras destacando que en ese mismo periodo los reportes ciudadanos por algunos delitos cibernéticos en contra de menores de edad aumentaron a niveles nunca antes vistos”

¿En qué nos estamos convirtiendo?

No solo estamos rebasados por los efectos de la pandemia, (económicos, políticos, sociales y muchos más) estamos en la peor crisis de valores y de falta de empatía ante el dolor ajeno; hemos perdido la capacidad de asombro.

Hace un par de semanas vi a la Dra. Nadine Burke Harris con el tema: “Cómo el trauma en la infancia afecta la salud durante toda la vida” en la plataforma TED. Ella habla sobre las experiencias adversas en la infancia y cómo incorpora 10 criterios que incluyen: el abuso físico, emocional y sexual; el descuido físico y emocional; crecer en un hogar donde uno de los padres tenía una enfermedad mental, era adicto a sustancias o se encontraba encarcelado; donde hubo una separación o divorcio de los padres; o violencia doméstica. ¿Les suena familiar? ¿Cuántos niños habrán padecido esto y más en este primer semestre del año? Desafortunadamente más de los que se reportan oficialmente.

Por si todo esto fuera poco, hace solo un par de semanas iniciamos el ciclo escolar, ¿bajo todas estas presiones los niños podrán aprender desde casa? Es muy improbable. ¿Y los padres y madres de familia? Sorteando el caos, buscando el equilibro, redescubriendo su tarea como educador y al mismo tiempo desempeñándose en  las labores cotidianas, domésticas y de trabajo.

Esta será una generación marcada por la condición de haber sufrido abusos, carencias, mensajes encontrados y mentiras; hoy los niños ya no aceptan como antes lo que sus padres les dicen, cuestionan y  tienen sesudas reflexiones que te dejan frío.

De los efectos que se tengan todos somos corresponsables, muchos de nosotros tenemos cerca un niño, bien podríamos ayudar a hacer su infancia más llevadera. Recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) puso nuevamente sobre la mesa la agenda 2030, «poner fin al maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura contra los niños». Estos esfuerzos no serán suficientes si no hacemos algo, todos, uno a uno. Denuncia si sabes de alguien que se dedica a eso, evita ser cómplice y actúa, con valor y valentía.

Espero tus comentarios en @NoticiasVIcky y FB VickyFuentes/Oficial

¡Espléndida semana!

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