La bandera desde la campaña presidencial de AMLO ha sido el combate a la corrupción, y bajo ese esquema se han desmantelado instituciones y programas que no solamente han quedado en la historia, sino que además han cobrado miles de vidas humanas incluso las de aquellos mexicanos que votaron por él.

México se encuentra en el 7o lugar, de acuerdo a los datos oficiales de la ONU, en la lista de los países más corruptos en el mundo. Hasta hace apenas dos años nos avergonzaba el lugar número 12, en la época en que el gobierno de Enrique Peña Nieto burlaba autoridades, medios y sociedad para demostrar los más altos y exacerbados niveles de corrupción. El pueblo mexicano hastiado por estos atropellos decidió votar por el cambio y a dos años del gobierno de AMLO, los resultados de lo que él esperaba conseguir son francamente desastrosos.

Definiciones de corrupción existen millones, desde la filosofía hasta el Derecho Penal, pasando por todas las líneas transversales y multidisciplinarias, en las que los tratadistas se han esforzado por conseguir construirla. El concepto de corrupción, así como su construcción y comportamiento es tan complejo que difícilmente podrá contenerse en un enunciado, más útil sería establecer los elementos que lo integran para poder analizar, si la viabilidad de la propuesta de AMLO y su enorme terquedad con el fin de aniquilarla, tiene alguna razón de ser. Y ojo, estimado lector, no estoy a favor de la corrupción, me encantaría participar activamente en su desmantelamiento y eventual erradicación, pero analizando los resultados de un plan político que ha llevado a sus actores, a la economía y a la sociedad en su conjunto a un declive como el que estamos viviendo, merece la pena entender en dónde estamos parados.

Parafraseando a la Real Academia Española, podemos afirmar que la corrupción es una práctica, es decir, una conducta repetitiva que se realiza en cualquier organización, entendiendo como tal, desde la familia hasta las más complejas organizaciones de carácter político o empresarial, y en ellas, los actores haciendo uso de su función o rol obtienen provechos económicos o de otra índole.

De esta forma, nos damos cuenta que no es exclusivamente el gobierno el que se encuentra infestado con estas acciones, la corrupción en México se ha insertado en los mercados de abasto como en los bursátiles, en las cabezas de familia como en los altos mandos de las empresas, en los preescolares como en las universidades, en empresas paraestatales como en la iniciativa privada, en el automovilista como en el agente de tránsito, en los prestadores de servicios así como en los contratistas. La corrupción ha crecido tanto hoy día que su práctica se ha vuelto imperceptible, ha mutado y se ha combinado con otras generando conductas híbridas en las que somos incapaces ya de definir el límite entre el bien y el mal.

Deberíamos de pedirle al presidente un poco de honestidad y franqueza para que pudiera responder si es capaz de comprender la magnitud y complejidad del problema. Un acto corrupto se evita aplicando la sanción correspondiente al mismo y eso lleva años de educación y fortalecimiento institucional, paradójicamente, ambos escenarios se empeña en pulverizarlos. No se nota una política pública que lleve a pensar que en algunos años habremos superado el lodazal con el que cada mexicano se ha manchado o, al menos, salpicado. Pareciera ser que la finalidad de este gobierno es otra, todos nos damos cuenta de la fiereza con la que se defienden posiciones y la furia con la que se afianzan los actores políticos al poder, mientras la sociedad lucha todos los días por enfrentar un día más en uno de los cuadros más dantescos en la historia de la humanidad.

La mala noticia es que jamás se podrá erradicar la corrupción en una sociedad, la buena es que puede en gran medida disminuirse. ¿Cree usted, estimado lector, que vamos por el camino correcto para conseguirlo?

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here