Desde que estaba en campaña, el presidente anunció la necesidad de mantener al pueblo informado de las acciones y acontecimientos que sucedieran durante su gobierno. Así, se diseñó toda una locación en Palacio Nacional para convocar a la prensa todas las mañanas, dar discursos y responder a las preguntas que brotaban con cierto sesgo desde las sillas apretujadas. No pasó mucho tiempo para que a estos espacios se les conociera mundialmente como “las mañaneras de AMLO” Al principio, todos estábamos muy pendientes de sus soflamas, aún se creía en la fuerza y directriz sólida que AMLO había prometido y que nos llevaría a limpiar al país de tanto cochinero. A “las mañaneras” acudían tantos periodistas como el recinto pudiera contener, e incluso, fuimos testigos de las veces que se tuvo que desarrollar teniéndolos de pie. Poco a poco aquello se fue diluyendo, a la par que la ciudadanía comenzó a ser testigo de la presencia de muchos reporteros que estaban ahí, no solo para cuestionar las decisiones del presidente o de su gabinete, sino para alabarlo y hacer énfasis en los temas que en ciertos momentos convenía resaltar.

Luego, nos sorprendió la pandemia. “Las mañaneras” no han cesado, los cuerpos de seguridad del Palacio Nacional, intentando alinearse con los protocolos de sanidad impusieron la “sana distancia” y el uso obligatorio del cubrebocas para los asistentes, no así para el presidente y su subsecretario de salud que insisten en que no es necesario su uso, bueno, a veces; bueno, para lo que sirva; bueno, para lo que es…

Junto con estos episodios de terror en los que mueren a diario cientos de personas, unos por efectos del COVID-19, otros por no contar con los medicamentos necesarios para atender enfermedades mortales, y otros más por caer en manos de la delincuencia, ya no diga usted estimado lector, organizada, sino la delincuencia de banqueta, esa que se gesta todos los días en una tmósfera tan densa y complicada, que de rescatar únicamente un par de factores para explicar su comportamiento, podemos referirnos a la falta de empleo y seguridad. Ante esta realidad, lo más trágico, alarmante e insultante, es que el presidente no deja de afirmar en “las mañaneras” que vamos todos muy bien y que el país se está recuperando o que de plano, ya se recuperó.

Esta semana dos situaciones, en especial, llamaron la atención de la opinión pública. La primera fue la demostración que dio el presidente del desgaste que implica mantenerse expuesto ante la prensa todos los días. Mostrarse en vivo, ante la ciudadanía para rendir avances, estrategias y resultados, no le ha sido fácil, quizá porque todos nos hemos dado cuenta que los datos duros no concuerdan con su discurso, y ante esto, se le ocurrió, en una de esas tantas puntadas que lo caracterizan, insertar la canción de “La casita” de Óscar Chavez, “porque si no se hace aburrida la conferencia”.

Así lo declaró sin empacho el presidente del República. ¿No cree usted, estimado lector, que al presidente se le respeta, como él lo exige, en la medida en que nos respeta a nosotros? LLenar el espacio de “la mañanera” ya de por sí desgastada, con justificaciones tan pobres, y en medio de una catástrofe mundial, escapa a la razón y a la paciencia.

En contraste y con la efervescencia que se vive desatada por las elecciones en los Estados Unidos de Norteamérica, las cadenas de información como CNBC, NBC News, MSNBC y Univisión, cortaron de tajo la transmisión del presidente Donald Trump, pues sus conductores aseguraron que no había ninguna prueba que sostuviera lo que se estaba afirmando. Así sin más. Simplemente no se prestan a divulgar información falsa, incendiaria y sugestiva que lleve a distorsionar la realidad de lo que vivimos de manera cotidiana. ¡Qué lejos estamos de vivir en México una situación similar!

El mexicano Víctor Trujillo, con la jocosidad que lo identifica caracterizando a “Brozo”, llamó a las intervenciones del presidente “El show de Don Gancisco”. Genialidad sin duda para éste magnífico híbrido entre comediante y periodista, una forma de seguir alimentando nuestra gracia y resiliencia a las penurias mexicanas, para soportar las mentiras, la manipulación y la creencia de que vamos muy bien aunque hoy, millones de nosotros nos iremos a dormir, no con la sonrisa y paz que además de anhelada fue prometida, sino con la lágrima a flor de piel rebosante de incertidumbre y angustia por no saber qué nos depara el mañana

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here