El número de matrimonios de parejas heterosexuales en México ha disminuido en la última década hasta en un 15%, mientras que los matrimonios homosexuales se han incrementado hasta en cuatro veces en el mismo periodo; las cifras en 2019 fueron de 497,943 matrimonios heterosexuales y 1,870 matrimonios igualitarios.
Ahora bien, la población lgtb+ en el país se estima en un 6% del total, aproximadamente 8 millones de personas, de esta cifra provienen esos menos de dos mil matrimonios igualitarios, parece que entre la denominada comunidad lgtb+ casarse no es tan popular.
Entonces, la razón de estas reformas hechas a la normativa van encaminadas hacia la observación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que en su Artículo 16 dice: “Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio”.
Por esta razón la Suprema Corte de Justicia de la Nación declara inconstitucional la normativa anterior sobre el matrimonio pues impedía garantizar este derecho de forma igualitaria; entre las reformas hechas modificar la norma en la frase “un solo hombre con una sola mujer” por “dos personas” habilitó que quienes tengan la voluntad de hacerlo puedan realizarlo independientemente de su orientación sexual, condición ya protegida a partir de la reforma sobre Derechos Humanos de 2011 en el Artículo 1º Constitucional al prohibir la discriminación.
También es cierto que en nuestro país es una constante en materia de derechos humanos que las leyes se armonicen de forma progresiva pero en la realidad social aún no se admitan como parte de la convivencia; como ejemplo citemos la defensa de una vida sin violencia hacia las mujeres para lo cual existen instituciones leyes y políticas públicas que previenen y atienden el problema, sin embargo seguimos siendo un país con alto índice en trata de mujeres y niñas, feminicidios y violencia familiar; hoy lo que podemos observar en estos fenómenos es mayor visibilidad y con ello se avanza hacia la aceptación del problema por todos los integrantes de la sociedad y así generar la disposición a vivir pacíficamente.
Otro aspecto social a puntualizar sobre el tema es la experiencia del matrimonio en ambos escenarios con relación al divorcio, los matrimonios constituidos por lesbianas tienen mayor índice de separaciones que entre los de homosexuales, de ellas se divorcia hasta un 44% y en ellos un 26%, similar a la tendencia heterosexual donde el 70% de los solicitantes fueron mujeres; es decir, en todos los matrimonios quienes más solicitan el divorcio son las mujeres.
De acuerdo con cifras publicadas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2019 se registraron 160,107 divorcios heterosexuales, 109 divorcios de homosexuales y 167 divorcios de lesbianas, con lo que la tasa de divorcios por 10,000 habitantes (18.4) sigue aumentando año con año.
Lo que más sorprende son las similitudes que existen entre los homosexuales y heterosexuales a la hora de solicitar el divorcio: angustia por la existencia de infidelidad, la violencia doméstica, no ser escuchado, la sensación de que una de las partes se aleja y la otra se lo toma con calma, siempre surgen las mismas cosas.
La convocatoria es a cuestionar si en realidad el matrimonio igualitario es una amenaza a la sociedad heteronormada; los números son evidencia contundente de lo contrario; más, garantizar el derecho a todas las personas a formar una familia contribuye a la construcción de igualdad que tiene como fin el establecimiento de las mismas condiciones de desarrollo humano para todos y todas.
La figura del matrimonio igualitario permite el acceso a derechos sociales en pareja, reconocer este derecho hace posible que las personas lgtb+ puedan optar por esta figura jurídica para su protección. Nadie tiene garantizado que en su familia no haya un hijo/a, una nieta, un hermano con una orientación sexual distinta y ellos requieren, como todos, un lugar de igual dignidad.
Abigail Baez