*Por: Mtro. José Valderrama Izquierdo

Nuevamente el Arte, ese fenómeno tan abandonado en nuestras sociedades sometidas y contradictoriamente muy valorado en la historia de nuestra especie, es tan importante que ha sido herramienta clave en la construcción y mitificación de los procesos simbólicos que por siglos las culturas, religiones e ideologías han usado para dar rostro a múltiples narraciones y hechos históricos. Más recientemente podemos constatar como las obras de arte son cada día más usadas en los modelos actuales de especulación y congregadas estratégicamente en espacios museográficos públicos y privados, así como en diferentes recintos culturales, no solo para preservarlos, sino también para mantener su difusión y mercantilización, es decir que el arte no escapa a las lógicas actuales.

El arte así se mantiene presente en nuestras sociedades, como manifestación y testimonio de las diferentes épocas, con sus virtudes y con sus perversidades, según sea el caso, pero lo que es innegable es, que en todo momento el Arte mantiene una energía histórico-cultural que nos habla del fenómeno del Arte, que más allá de su intencionalidad original, surgen incidencias en la obra de arte que trasciende en la conciencia y subjetividades individuales y colectivas, y que en nuestra época convulsionada parece ser que esas incidencias se diluyen, silenciando ese poder del arte.

Sí, la sociedad esta silenciada, está distraída en una inconciencia instrumentada, no encuentra espacios y tiempos para reaccionar ante su propia vulnerabilidad y ante las grandes desigualdades, impera un individualismo exacerbado en el cual las lógicas solidarias parecen reserva ante las grandes tragedias, sin embargo, las tragedias actuales surgen inmunes en la cotidianeidad ante la inconciencia e insensibilidad generalizada. En todos los ámbitos parece no haber tiempo para responder preguntas como estas: ¿por qué se está distraído y con qué?, ¿Dónde se arraiga esa insensibilidad?, ¿por qué no nos cuidamos todos?

En este horizonte insensible e inconsciente, resulta casi imposible que se encuentre el escenario adecuado y el tiempo para iluminar la razón y el corazón, y así no repetir la desgracia una y otra vez, de ahí nuestra consideración por la pausa del Arte, para ver lecciones de las cuales deberíamos haber aprendido mucho y ese es el caso del Arte, ya que no nos damos tiempo de observar, quizá una de las lecciones más hermosas del hacer humano, crear obras de arte que no se agotan en ellas mismas, obras que trascienden por su sensible apertura lingüística, que interpela estéticamente las esencias más básicas de nuestra necesidad de otredad, de identidad y de sentido. Al cultivar el horizonte sensible, nos descubrimos en la otredad de lo otro, del otro y es así como el Arte, en uno de sus aspectos epistemológicos, nos permite observar su aspecto abierto, libre de sujeción, que, sin ataduras teóricas, intelectuales o emotivas, opera desde la obra de arte y posibilita comprensiones gratuitas que nos ubican y posicionan ante la realidad, un conocimiento sensible y silencioso de integración y plenitud, cosa que el mercado usa para seducirnos, someternos y mantenernos esclavizados y entretenidos.

Porqué entonces no nos damos la oportunidad de aprender del arte y simular este fenómeno, y asumir colectivamente una sensible apertura lingüística, es decir actuar liberándonos de narrativas conocidas que no nos han dado respuesta, y abrirnos a lo desconocido, a la otredad, a la diversidad que nos posibilita el paradigma del nuevo conocimiento. Esto es gratuito, es posibilidad de la vida misma en constante cambio, libre de sujeciones como el Arte, capaz de crear nuevas narrativas de esperanza, en tanto el silencioso aprendizaje, que constata el horizonte sensible de nuestra especie. Claro que somos capaces de crear nuevas narrativas, pero se requerirá de no olvidar en las mismas, las bases y deberes universales de dignidad individual y social, en el cuidado del medio ambiente existencial, necesario para nuestra supervivencia. Ya el Arte nos ha mostrado el camino, la liberación de ataduras culturales es estrategia sensible de coherencia axiológica. El Arte desde su fenomenología silenciosa, demuestra la potencia de una apertura narrativa e interpretativa ejemplificada en la otredad, y es que ahí donde observamos esa lección que el Arte nos da en uno de sus aspectos esenciales que acentúan su trascendencia. Es así como el Arte, ya nos ha dicho cómo afrontar la actual desarticulación social, vulnerablemente egocéntrica y pragmáticamente insostenible.

El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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