Aunque lo más conocido en la violencia de género hacia las mujeres es el maltrato físico, el más común no es ese.
Los moretones, los ojos hinchados y cerrados por un golpe, la boca rota también por un golpe son más evidentes y por ende mucho más fáciles de comprobar, pero no por ello son el tipo de maltrato número uno.
En algunas columnas he mencionado ya que de hecho el tipo más común es el maltrato psicológico o emocional; las denuncias en este sentido son mayores, pero debido a la dificultad que conlleva comprobar este daño, suele ocurrir que los funcionarios ministeriales desestiman los casos.
Aunque existen psicólogos especializados en violencia de género quienes son los encargados de atender a las víctimas que acuden a denunciar, tiene pocos años que el sistema de justicia a nivel federal y local comenzó a tomar en serio la violencia emocional.
Se puede decir que la atención a este tipo de denuncias está aún en pañales, de ahí la dificultad en que procedan al 100%.
Los psicólogos pueden recabar las pruebas que consideren pertinentes, pero tienen que pasar por las manos de los abogados y de los jueces, que es donde se echan abajo los casos; vaya, aún el machismo nubla la razón de los funcionarios, quienes consideran una tontería toda cuestión emocional.
Pero para nada es una tontería.
Las mujeres que se suicidan no lo hacen sin motivo, sino todo lo contrario. Ellas llevaban a cuestas un pesado costal de inseguridades, de actitudes de menosprecio acumuladas hacia ellas, de rechazos por parte de sus parejas, de varias acciones de maltrato emocional que las llevaron a sentirse tan mal con ellas, a percibirse como tan poca cosa porque sus maridos les decían que valían poco o nada , a no quererse al sentir que su pareja no las quería y que las hacía creer que nadie las quería, que prefirieron morir por su propia mano que seguir soportando una existencia que para ellas era un infierno emocional.
Yo conocí en el Centro de Justicia para las Mujeres, a usuarias que contaban cómo habían preferido intentar quitarse la vida a seguir aguantando la violencia que vivían.
Conviví con compañeras del taller de autoayuda que tomaba, quienes después de años de maltratos emocionales sentían miedo hasta de cruzar una calle solas porque las tenían tan controladas sus parejas que no las dejaban salir solas nunca, desenvolverse de manera independiente, porque les metían en la cabeza que eran unas completas inútiles que sin ellos no podían hacer nada.
Y es que el maltrato emocional comienza con pequeñas acciones desde el noviazgo que si se van tolerando van escalando.
Algunas de estas acciones son las siguientes:
1.- Tratar de hacer sentir insegura a la mujer tocando puntos vulnerables de su historia.
2.- Criticar cualquier intento de la mujer de reafirmación o cualquier logro.
3.- Aislar poco a poco a la pareja de su familia y amigos.
4.- Negar su responsabilidad en los conflictos o victimizarse para así hacer sentir mal a la mujer.
5.- Comenzar a tener comportamientos controladores y posesivos. Exigir revisar el celular de la mujer o tener la contraseña de sus redes sociales es uno de ellos.
6.- Criticar el físico, tratar de controlar lo que la pareja viste, come o la cantidad de ejercicio que hace.
7.- Aplicar la ley del hielo a la mujer.
Todo esto le puede parecer insignificante a la mayoría de los hombres, incluso a muchas mujeres porque durante años se les educó a que ese tipo de acciones eran normales, adecuadas dentro de un matrimonio, pero para nada carecen de importancia.
Aquellas acciones van generando en las féminas una sensación de asfixia dentro de la relación, de incomodidad, de inseguridad, de temor ante la posible reacción de su pareja si no cumple con sus expectativas y lineamientos.
Y se irán convirtiendo en una bola de nieve a la que si no se le pone un alto a tiempo, no parará de crecer sino al contrario, se irá volviendo más y más grande, fuerte y dañina.
Un golpe puede dejar una marca que se nota en la piel, pero las huellas emocionales duran mucho más aunque no se puedan ver.
Nos leemos el próximo lunes.
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