Seguramente el lector ha visto algún programa sobre acumuladores: personas que viven entre cachivaches de los cuales se niegan a desprenderse, la mayoría de las veces por temor a perder una parte de sí mismas.

Pero la acumulación no sólo significa atesorar triques, los cuales, la mayoría de las veces se convierten en apegos emocionales y cuyo fin es el de llenar vacíos internos de la persona.

Hay acumuladores de coches. Se podría decir que son exclusivamente hombres –a los varones nos encantan los autos y algunos podríamos ser felices si tuviéramos uno para cada día de la semana –el problema es cuando el acumulador cuenta con 20, 30 y hasta 40 vehículos en su cochera, en los estacionamientos de sus empresas, en un lote rentado exclusivamente para su colección. Cuando existe esta fijación, habría que revisar cuál es el vacío que se busca llenar con ellos, siendo de todas las marcas, principalmente de lujo, pues se acumulan con el fin de suplir una carencia emocional a todas luces no resuelta.

Acumuladores de animales también los hay, principalmente mujeres; rescatadoras de perros y gatos callejeros. En la Psicoterapia Gestalt existe un mecanismo de defensa llamado Proflexión, el cual se compone de la proyección y la retroflexión: “le hago al otro lo que quisiera que hicieran por mí”; la mayoría de estas “rescatadoras” en realidad guardan el deseo interno de ser rescatadas. ¿De qué? Sólo ellas lo saben. Este mecanismo tiene su parte muy negativa, pues la persona evita a través de él, que se produzca un contacto directo con sus iguales: “Entre más conozco a la gente, más amo a mis perros”. Sí, porque en su no resolver sienten que los humanos se han convertido en una amenaza para ellos, pero la realidad es que han perdido la capacidad de relacionarse con sus semejantes; han olvidado cómo establecer contacto con el otro y prefieren recibir “lo que necesitan” de aquellos animales que mantienen –cautivos –para que se conviertan en sus reservorios de sentimientos y emociones –positivos y negativos.

Hay acumuladores de amores: hombres en su necesidad de ser queridos o aceptados, que van amando a una y a otra sin freno y pareciera que nunca están satisfechos; mujeres que tienen dos, tres, cuatro parejas, cuya cantidad nunca es suficiente y puede más el deseo de ser amada que hacer un alto para reflexionar en cuál es la necesidad que se está tratando de cubrir con tanto amante.

Acumuladores de chismes, por supuesto que los hay: gente que nunca está en paz con la vida y los demás; está en un lugar y lleva los chismes de ahí al sitio donde va; de ahí parte para otro lado y lleva los chismes hacia donde llega. Es una manera de acumular atención, de saberse útil en medio de su vida vacía que sólo puede sostenerse si produce el chisme que todos quieren escuchar: llamar la atención a través de lo que “sólo ella sabe”.

Hay quien acumula endeudamiento y está comprometido con todos; esta es una sensación de “deberle al mundo, a la existencia”; es como si la persona no fuera merecedora de lo que la vida tiene para ella –quizá un padre ausente que le quedó a deber–; gente que vive esclavizada a las casas de empeños y que, cuando saca la cabeza de ahí, irremediablemente va a meterla de nuevo.

También hay personas acumuladoras de sentimientos nocivos: odio, resentimiento, rencores; habría que revisar el nivel de enojo de cada una de ellas y el origen de estas emociones que se empeñan en predominar sobre la personalidad, donde a veces, hasta se ama odiando.

Por supuesto acumuladores de comida tratando de llenar un hueco emocional que no consiguen definir de dónde viene; acumuladores de emociones: todos estos, en su mayoría jóvenes, dedicados a los deportes extremos, tratando de encontrar algo que les haga sentir vivos porque no saben hurgar dentro de sí mismos, incluso si en su búsqueda encuentran la muerte; la señora Matilde, una octogenaria avara que cada mes cambia 10,000 pesos a dólares ¿Para qué? Para acumular una riqueza que –ella no lo sabe –seguramente ya no disfrutará.

Finalmente están los acumuladores de poder, quienes no tienen llenadera; aquí caben muy bien los políticos, pero de ellos es mejor no hablar.

F/La Máquina de Escribir por Alejandro Elías

@ALEELIASG

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here