¿Qué nos une a los latinos? ¿Es sólo el idioma?

Son los últimos días de enero y los primeros de febrero de 2019 en San Bernardo, una comuna de Santiago de Chile que se encuentra en la zona conurbada y que para efectos administrativos es la capital de la provincia del Maipo –donde se dan las tres viñas más famosas del país: Concha y Toro, Undurraga y Santa Rita.

Con poco más de 300 mil habitantes, la ciudad es sede del 48° Festival Nacional del Folklore, uno de los más importantes encuentros de las culturas tradicionales de América Latina, nombrada por ello esta ciudad, La Capital del Folklore.

En el festival hay grupos de Argentina, Arica, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Puntarenas, Uruguay, entre otros.

Por parte de México se presenta durante 3 días en el escenario mayor, Arte y Folklor México de Aranza Zu López con cuadros de Jalisco, Nayarit y Veracruz, aparte su intervención estelar con la obra Quetzalcóatl La Leyenda, la cual, durante 2016, 2017, 2018 y 2019 los llevó en un intenso recorrido por Europa, Asia y Sudamérica, además de una veintena de ciudades de México. Y de no haber sido por la irrupción de la pandemia, hubieran continuado arrasando con premios nacionales y extranjeros.

El ballet se presenta los días 6 y 8, pero las autoridades de San Bernardo quedan tan impresionadas por la obra, que solicitan su regreso al escenario el día 9 para cerrar el festival.

Intercalado entre las tres presentaciones de la compañía, el día 7, llega el turno a otro mexicano programado en el encuentro: Pedro Fernández.

El show lo da él solo, acompañado de un mariachi; carece de coreografías, pues su carisma le basta para arrebatar el grito de las chilenas, en primera instancia; están reunidas ahí, casi 10,000 personas para el que se entiende, es el número cumbre del festival.

Mirar aquella gente enfebrecida, que corea con Pedro las canciones mexicanas, da la sensación de encontrarse en el Auditorio Nacional o en alguna plaza de toros de México, pues los gritos, todos cantando y aplaudiendo, asemeja a ese público con cualquiera que se encuentre uno en nuestro país.

Durante los aplausos al ballet y a Pedro Fernández, la gente grita frases salidas de programas como El Chavo del Ocho y En Familia con Chabelo: “¡Órale, cuate!”.

Pareciera que hubiéramos retrocedido cuarenta años y que la cultura que extendió Televisa al sur de América y a Europa –en varios países de la región balcánica hay mucha gente que habla español, idioma que han aprendido de las series, telenovelas y películas mexicanas –estuviera tan vigente como en los años 80.

Muchos chilenos nacidos en la década de 1950 bebieron desde pequeños de una cultura producida por la época de oro del cine mexicano, mientras sus generaciones siguientes han hecho lo propio con programas de los años 80 y 90.

El espíritu latino flota en el Anfiteatro Municipal de San Bernardo y uno puede comprender que da lo mismo que esté en el escenario Pedro Fernández, Joan Sebastian, Marco Antonio Solís o los mismísimos Ángeles Azules, la entrega sería exactamente la misma.

Luego de ver la respuesta del público hacia el cantante y la compañía de danza, las imágenes y los gritos invariablemente se vuelven referentes de los festivales de Viña del Mar, del programa Siempre en Domingo o del Festival OTI –manifestaciones musicales que durante décadas han sembrado en los países del sur, nuestra cultura.

Queda muy claro entonces que Televisa realizó un trabajo de proyección titánico en su tiempo de bonanza, porque consiguió inyectar –quizá para la posteridad–, en el público de muchas latitudes, el espíritu mexicano.

Para bien o para mal.

F/La Máquina de Escribir por Alejandro Elías

@ALEELIASG

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