Por: Mtra. Mercedes Núñez Cuétara

Este mes de marzo del 2021 se cumple exactamente un año del inicio de la pandemia por Covid 19 en México. Recuerdo perfectamente las reacciones cuando nos anunciaron que la universidad cerraba físicamente y toda la comunidad universitaria haría cuarentena en casa. Los más optimistas pensaron que nuestro regreso a las instalaciones sería cuestión de un par de semanas y los más críticos hablaban de unos 3 meses. Yo era de las que pensaban que volveríamos en 15 días o a lo mucho un mes. Aquel día nadie imaginó que tendríamos todo un año por delante, y lo que falta, con la constante del trabajo universitario desde casa y desde la llamada virtualidad.

Mi trabajo en la universidad no es de oficina, tengo la oportunidad de trabajar con y desde diversas comunidades rurales y urbanas. Hace un año, cuando empecé a ver que el confinamiento se alargaba, me preguntaba: ¿cómo puedo trabajar desde casa, desde la virtualidad con las comunidades? Quién trabaja con comunidades sabe que la presencia física, compartir el día a día, el trabajo cara a cara son elementos clave para poder hacer un trabajo realmente pertinente. Debido a esto mi preocupación crecía, ya que era imposible acudir a estos elementos clave con la situación de emergencia sanitaria en la que nos encontrábamos y con la que seguimos.

Lo que este año de trabajo comunitario en la distancia me ha recordado es que existen otros elementos clave para el trabajo con y desde las comunidades: el trabajo respondiente, la comunicación asertiva y el poder de las vinculaciones. Elementos que hemos podido echar en marcha a pesar de la contingencia sanitaria, y aunque no suplen las bondades de la presencialidad, nos han permitido continuar con el trabajo. A continuación, haré una breve mención de ellos.

El primer elemento es el trabajo respondiente, que en una situación sanitaria como la que nos encontramos, cobró máxima relevancia. Si algo he aprendido del trabajo comunitario es que hay que estar atentas siempre a las dinámicas y necesidades de las comunidades que van cambiando y transformándose constantemente. El trabajo comunitario es, en si mismo, un trabajo emergente que surge del contacto con la realidad y del contexto de las propias comunidades. No hay un esquema a seguir, un manual o un plan fijo que valga, el hacer comunitario lo dicta las diversas realidades.

La pandemia trajo a las comunidades, y a todo el mundo, una realidad muy distinta, una realidad más difícil. Es así como las actividades que hacíamos en colaboración con las comunidades como talleres, encuentros en los Centros Comunitarios, proyectos productivos, fiestas y celebraciones que daban sentido al cotidiano dieron paso a otras acciones emergentes orientadas a la procuración de alimentos, el cuidado de la economía y el cuidado de la salud. La redirección de nuestro trabajo se debió a que las comunidades han vivido en primera línea el impacto económico de esta crisis que empezó siendo sanitaria pero que se ha transformado en una crisis económica mundial.

Otro elemento clave que nos ha permitido continuar trabajando es la comunicación asertiva con las personas de las comunidades. Las vías de comunicación cambiaron, estas comunidades no cuentan con conexión estable a internet y la llamada virtualidad no es parte de su cotidiano. Sin embargo, a través de llamadas telefónicas, mensajes de texto o conversaciones de WhatsApp se ha mantenido el contacto y se ha llevado un acompañamiento a la distancia haciéndoles saber que seguimos ahí y poniéndonos de acuerdo con ellas y ellos para accionar el trabajo emergente al que nos hemos volcado en el último año. Tener a las personas de las comunidades presentes en nuestro cotidiano, en nuestro trabajo y hacerles saber que seguimos ahí ha sido clave, para que nuestra ausencia física no se convierta en un distanciamiento real.

Por último, está el poder del trabajo vinculado con otros espacios, otras comunidades, otros grupos de personas organizadas que también están volcados en el trabajo comunitario y en hacer de este mundo un lugar más digno. Mediante la suma de esfuerzos y capacidades con otros grupos pudimos seguir vinculados a las comunidades y apoyarles en la emergencia. La pandemia ha contribuido a ampliar las vinculaciones de trabajo y eso repercute, no sólo en la posibilidad de accionar actividades emergentes en el presente pandémico, sino posibilita colaboraciones futuras que fortalecerán el trabajo que hacemos con y desde las comunidades. Si, la pandemia también trajo nuevas posibilidades.

La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla

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