Por: Dra. Laura Angélica Bárcenas Pozos

La semana pasada acompañé a mi mamá a recibir su vacuna para prevenir que enferme del virus SARS COV-2, pues dada su edad avanzada es parte de la población de riesgo. Y en este artículo quiero narrar mi experiencia siendo acompañante, con la intensión de que reflexionemos que para salir de esta situación complicada que nos ha dado el COVID-19, se requiere de la responsabilidad y compromiso de toda la población. En el sólo hecho de la vacunación a personas sanas, las cosas se salieron de tal modo de control que es muy probable que en las siguientes semanas tengamos varios cientos de enfermos de esta terrible enfermedad.

Así que empiezo. Como todos ya sabemos se hizo el registro en una página web de la Brigada Correcaminos que se saturó en pocos minutos y que a pesar de esto se pudo hacer el registro de casi todos los adultos mayores de la zona sur de la ciudad de Puebla. Aunque algunos no pudieron hacerlo porque no tienen internet y tampoco tienen parientes que les ayuden en esta tarea. Y aquí no sólo me parece un error de quién planeó la estrategia de vacunación, sino una falta de sensibilidad de quién dio el visto bueno, pues por la edad de los adultos mayores son la población que llegó más tarde a involucrarse con herramientas tecnológicas, internet, redes y páginas que se encuentran en la nube. En este mismo grupo estaban los que pudieron hacer el registro, pero no tuvieron una impresora, ni acceso a una para imprimir los accesos o bien personas que fueron registradas por sus parientes, pero que están impedido para acudir a la vacunación y nadie les explicó cómo se les haría llegar la vacuna y quién se las aplicaría. Así que un sector de la población se quedó sin vacuna por estos detalles de no contemplar que la población, normalmente presenta diversas aristas en sus condiciones personales.

Por otro lado, los adultos mayores que pudieron acudir a la vacunación en las instalaciones de Ciudad Universitaria de la BUAP se fueron encontrando con una serie de situación, que describiré brevemente por cuestiones de espacio. Una fue la cantidad de vehículos automotores que impedían la circulación ágil para lograr el acceso. Los familiares se estacionaban en una segunda o tercera fila para dejar a su adulto mayor lo más cercano a la puerta de acceso que le había sido asignada. Muchos adultos mayores iban acompañados de hijos, hijas, nietos, nietas y algún otro pariente, porque se desorientan, caminan lento, pierden sus cosas, etc. Muchos adultos mayores y acompañantes llegaron con dos y hasta tres horas de anticipación, formándose en filas que impedían el acceso a los que ya tenían que entrar. Aunque nadie lo ha dicho las vacunas llegaron tarde y al menos en la puerta 4, empezaron a vacunar hasta las 10 a.m.

Así que los organizadores metieron a las instalaciones de CU a todos los que tenían horario de 8 a 9:40 y empezaron a dejar afuera a los de 9:50 en adelante. Y en esta fila estaba mi mamá y yo acompañándola, porque a sus 82 años ya camina lento y además no conoce CU y podría confundirse. Estuvimos ahí paradas viendo cómo pasaban en grupos de 20, los que tenían horarios previos. Afortunadamente la sombra de un árbol nos protegía, y es justo decir que todos los ahí formados mostraban civilidad y nadie se quiso saltar la fila o pasar cuando no le correspondía. Cerca de las 11 Hrs. un policía nos dijo, ya van a pasar. Fue cuando empezamos a ver el fin de la cola de los que nos antecedieron.

Nos dieron el paso y la indicación de que entráramos a las instalaciones de CU para formar otra fila y aquí es donde se hizo el desorden pues ya nadie respetó la fila que habíamos hecho por una hora. Mi mamá que ya camina muy lento y se apoya en mi para avanzar fue rebasada por otros adultos mayores más jóvenes y ágiles que ella. Me alcanzó otro policía y me dijo que él acompañaba a mi mamá mientras me iba a formar. Y así lo hice, pero después de ser la cuarta ahora mi mamá era como la persona 75 en la fila. Así fue como quedó delante de nosotras un hombre de 63 o 64 años, que cuando le revisaron sus papeles tenía horario de 11:30 y la chica que iba haciendo esta tarea le pidió que se saliera de la fila y que esperara su turno y el hombre se negó, entonces ella llamó a su supervisor y le explicó la situación.

El supervisor se acercó, revisó la hoja del hombre y este le dijo, “llevo formado allá afuera más de una hora, ya estoy aquí, ya déjeme pasar”. El supervisor le devolvió los papeles y lo dejó donde estaba, quitándole la autoridad a la chica que revisaba documentos. Ya adentro de la Arena-BUAP, había sillas en sana distancia, y enfrente de la nuestra estaba un módulo de vacunación, donde una chica preparaba las jeringas para aplicar y otras las iba aplicando. Formaban a las personas en grupos de 20 y las regresaban a su asiento para que pasara la media hora que indicara que no había habido reacción adversa. Ahí esperamos otros 30 minutos.

De pronto llega una mujer, que no habíamos visto antes y quiere pasar a los adultos mayores de nuestro grupo a formarse para la vacunación, pero en un orden distinto al que teníamos al entrar ahí. Todo el mundo ya enojado empezó a reclamarle, afortunadamente ella fue ágil y pregunto cuál era el orden y lo respetó. La aplicación de la vacuna fue lo más rápido que sucedió ese día, pero la manera de comportarnos de todos, generó varios conflictos, desde el que se salta la fila, hasta la larga espera con personas que ya tienen dificultades para estar mucho tiempo de pie, o bajo el rayo del sol o sin la posibilidad de ir al sanitario. Me parece que todos debemos guardar sensatez y colaborar con los que organizan estas titánicas acciones.

La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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