El gobierno que encabeza nuestro presidente nuevamente dio de qué hablar esta semana. Se volvió viral el video en el que una enfermera aplicaba una vacuna contra el coronavirus a un hombre mayor de 60 años, y en el que claramente se aprecia que se trata de una jeringa vacía provocando un escándalo más a los que lleva acumulados en los años de su gobierno.

Cuando el actual presidente se encontraba en campaña provocando el éxtasis de las masas con sus discursos empalagosos de promesas de cambio, con estallidos de esperanza por inmiscuirnos a todos en un nuevo sistema con el que prometía no se repetirían más los abusos de poder, dejando de lado la corrupción y velando por los intereses genuinos de los mexicanos, escribí una columna diciendo que la intención del entonces candidato era aplaudible, totalmente nostálgica, siendo la razón por la que arrasaba con las masas, pero también dejé asentado que las buenas intenciones del señor López se iban a diluir en un sistema, que lleva en sus entrañas a todos los actores políticos, funcionarios, empresarios y gente de a pie, como usted y como yo, que nacimos, crecimos y nos desarrollamos enredados en las raíces de todo aquello que molesta al presidente. Lo curioso es que él mismo se formó y llegó al poder absorbiendo cada una de esas prácticas que hoy le parecen repulsivas y de las que vocifera todos los días en sus mañaneras.

Las buenas intenciones para transformar a México no deberían quedar en la bruma del aire y del tiempo, sino en las acciones que nos lleven a todos a hacer conciencia de lo que significa el progreso y el bienestar social. ¿Qué motivó a aquella enfermera (si es que al menos tiene el título) para prestarse a insertar una jeringa vacía al anciano que mantenía toda su fe puesta en ella, en el presidente y en sus brigadas de “los siervos de la Nación”? Viendo esto, con justificada razón podemos pensar que este señor no fue el único timado ¿Cuántos más habrán caído en el engaño? ¿Qué está sucediendo con las vacunas? No soy periodista, tan sólo me honran con el espacio para emitir mi humilde opinión, pero no cree usted estimado lector que bien valdría la pena investigar un poco más, entrevistar a la quizá practicante de medicina y conocer su versión?

En lugar de eso, estalla el presidente en esa cólera pasiva, la que le hierve desde las entrañas y que, probablemente controla con esos espasmos de desesperantes silencios para decirnos que “lo que hay que ver es si no es montado, porque hay especialistas en eso (…) además hasta con zoom el video (…) salió en todos los medios (…)” y pocas horas después arremete en contra de Loret de Mola exhibiendo en la mañanera el montaje de Televisa por el caso de Florence Cassez, un asunto que coronó también los escándalos políticos sucedido hace 16 años.

No cabe duda que el presidente de México vive en el pasado y del pasado. Los errores de antaño han sido su mejor arma para enardecer a las masas y para continuar justificando cada uno de los errores que se gestan en su gobierno. Lo triste es que no sepa cómo enseñarnos con humildad que de los errores se aprende y en vez de eso, aproveche cada oportunidad para arremeter contra gobiernos pasados. Me complace darme cuenta que así como aquella enfermera que pretendió inyectar con una jeringa vacía sin provocar, por supuesto, ningún efecto en el esperanzado personaje, de la misma forma el efecto que produce el rencor del presidente ya nos provoca cierta inmunidad a sus sandeces. Hasta hoy, no ha podido desmentir los videos de su hermano Pío López Obrador, recibiendo dinero en bolsas de papel de estraza; los contratos de su prima Felipa Obrador con Pemex; el apoyo de la 4T al productor Epigmenio Ibarra, ni las propiedades de Manuel Bartlett, actual director de CFE, ni de de Irma Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública.

Pero eso sí, continúa rugiendo, adiestrando a los suyos y sintiéndose dueño de México.

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