En la lista de valores del derecho, toca ahora explicar la decencia que es además, un valor humano, que está estrechamente vinculado a lo que la sociedad percibe como digno y correcto, y que, por lo tanto, puede variar entre una cultura y otra y a través del tiempo.

La decencia es la moral pública, el diccionario de la real academia de la lengua española la define como recato, honestidad, modestia. Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas. Suelen usarse como sinónimos de la decencia palabras como: honestidad, pudor, pureza, castidad, recato, moralidad, integridad, virtud, ética, vergüenza.

Desde el aspecto psicológico se recomienda que la decencia se enseñe en todo momento a partir del propio ejemplo, tanto en conversaciones como en gestos, actitudes y vestimenta. Es importante trabajar en la difusión de este valor ya que los menores de edad, no son conscientes de las consecuencias del comportamiento indecente.

Como lo refiere su definición, la decencia es un valor que tiene que ver con el comportamiento digno en todas partes. Como un valor, es un principio rector de la vida, y estos valores dan contenido a nuestra existencia. Cuando faltan y no los vivimos, nuestra propia vida se vacía. Así, hacer experiencia de vida los valores los traducidos en virtudes dan contenido a la existencia, dan sentido a la vida y guían las actividades de las personas con un propósito gratificante.

Comportarse decentemente implica realizar en actos concretos un comportamiento que refleja la riqueza como persona y el respeto por los demás. Ser digno significa ser una persona íntegra, congruente, y que se comporte ante el mundo como tal, teniendo en cuenta el respeto en las relaciones humanas a lo que otros que viven con uno deben estar sujetos.

En política (como el arte del buen gobierno), la decencia tiene que ver con una conducta responsable y respetuosa, por lo tanto digna, que se asume ante los ciudadanos, el país y ante la propia conciencia. Lo central no es solo si la persona como individuo es decente, sino también, si la línea política seguida es la decente y ahí es donde entran todas las indecencias que terminan por calificar a la persona. Aquí trasciende su actuación pública a lo que lo define como persona individual y cada vez más se tornan relevantes aspectos de su actuar en espacios de su vida privada, que hacen que esa persona sea merecedora de confianza y reconocimiento.

En el aspecto jurídico la decencia no sólo es una esencia inescindible de la labora del jurista (pesa y mucho en la reputación de la labor del abogado(a) su conducta en su ejercicio); además, es la base de la exigencia de prudencia, rectitud y honestidad en el servicio pública. La base ética de las regulaciones anticorrupción, de rendición de cuentas, la transparencia y las auditorias, parten de la decencia que se espera en el actuar de las personas que trabajan en las dependencias y todo tipo de instituciones del Estado.

Si bien es cierto que las personas no son las instituciones (de ahí los relevos en donde se parte de que no existen personas imprescindibles), también lo es que la conducta de las personas al ejercer los encargos o mandatos públicos, sí pueden destrozar a las instituciones. La credibilidad, mantenimiento, operatividad y permanencia de los procesos que se llevan en los diversos ámbitos del gobierno, dependen en mucho de la decencia. Aspiramos a tener mandatarios o servidores públicos que destaquen en el tiempo por haber fortalecido los espacios en donde llevaron a cabo su labor; que sin mezquindad le den continuidad a las buenas prácticas implementadas por gobiernos que pueden ser de plataformas o ideologías divergentes; que reconozcan la pluralidad y la diferencia como esencia de la democracia; y que jueguen limpio en los esquemas que se les imponen para acceder al poder. De esa dimensión es la decencia como valor de vida no sólo personal, sino sobre todo institucional.

@TPDI

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