Cuando escucho acerca de la amistad, me recuerdo en la primaria, abrazado de Jorge Armando López Lobo –un amigo que perdí de pronto y nunca supe por qué –y luego con Salomón Baltasar Samayoa –a quien consideraba mi amigo entrañable de la secundaria y volví a verlo dos veces más, unos treinta años más tarde.
Como una familia de nómadas, toda mi prole nos íbamos –como siempre había sido –de un lado para el otro: cuando tenía diecisiete años nos habíamos cambiado de casa y colonia diecisiete veces.

¿Cómo se puede hacer amigos con una vida al estilo gitano?
Supongo que la amistad se cultiva, pero es menester entender que, como todas las cosas en que uno se forma a lo largo de la vida, se aprenden con base en la repetición.
Podría contar con menos de media mano los amigos –de verdad –que tengo, pues el que consideraba –saliendo de mi adolescencia –casi mi hermano, Rudy, me pirateó a mi novia de entonces; el que creí mi amigo de juventud –Ernesto –me acusó falsamente de piratearle a su ex mujer.

Así que, como algunas palabras que no se encuentran en el diccionario, a la amistad me cuesta trabajo darle una definición personal.

Pasados los años y ya en la edad adulta, encontré un grupo de vecinos (4), cuyas reuniones se hicieron frecuentes cada mes; sin embargo, con las reservas que mi experiencia me brindó acerca de la amistad, sólo a uno de ellos lo consideré realmente amigo, los otros 3 sólo como mis cuates –que eso significa menos que amigo y más que conocido.

Este amigo, tuvo un problema neurológico y ahora se le dificulta el habla, el andar y la visión; me es muy difícil entender lo que dice, pero hago el esfuerzo de tratar de establecer comunicación con él porque me parece que sí entiende lo que siento y quiero.

Así que mi único amigo se ha vuelto un medio amigo. De manera que, para mí, a estas alturas de la vida, la amistad se ha convertido en un asunto a medias.
Luego llegó Enrique, alguien que de cliente pasó a ser –por sus propios méritos –un amigo. Y aunque no lo veo seguido, sé que emocionalmente, cuento con él.

Nunca me di cuenta del lazo hasta que él comenzó a llamarme así; reflexioné en si se utilizaba un modismo o realmente él me consideraba muy cercano a sus sentimientos.

Decidí darle el beneficio de la duda y apelé a lo que consideraba como amistad una cosa que yo no manejaba de origen y por lo tanto no tendría conocimiento ni opinión al respecto; me solté a tal nombramiento y decidí esperar a ver qué pasaba.

Todo esto me hace elucubrar acerca de la amistad como un ingrediente específico para cada persona, porque luego veo en algunas mujeres, que todas a su alrededor resultan ser sus amigas y hasta a empujan a sus hijos a llamarlas tías, pero en momentos difíciles, casi se asesinan entre sí, aunque se trate de su mejor amiga, la ex cuñada.

¿Será que la condición de amistad entre hombres es distinta a la que cultivan las mujeres?

¿Son dos cosas diferentes según el género? Porque a veces la mujer que le robó al marido acaba siendo amiga de la ex esposa y hasta de beso se saludan…

En este asunto de la amistad, quiero pensar en Los muchachos de antes, que era una agrupación de amantes del tango, originarios del entonces Distrito Federal, allá por los años 80; muchos viejos que antes fueron jóvenes y que gustaban del género musical rioplatense: lo cultivaban, coleccionaban y recreaban.
Eso, como lo entiendo, es lo más cercano a la amistad.
Lo otro, es que quizá soy un hombre solitario.
F/La Máquina de Escribir por Alejandro Elías
@ALEELIASG

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