El Diccionario de la lengua española define la resiliencia como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos; también, como la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido. Desde la psicología se enfoca en la superación de eventos traumáticos, aunque en la neurociencia se adopta una visión más amplia desde la biología, endocrinología y la neurofisiología, en cómo responde el ser humano a los estímulos ambientales.
Diversos estudios coinciden en señalar los siguientes atributos y/o habilidades que debemos tener la personas para ser capaces de superar los momentos sin control de nuestras vidas son: autoconocimiento y autoestima (conocerse y conocer mejor nuestra realidad para procesar y elaborar las situaciones difíciles); empatía (entender al otro y ponernos en su lugar); autonomía (confiar en que se puede influir en lo que sucede alrededor); enfoque positivo ante la adversidad (usar el humor ayuda a afrontar, mantenernos fuertes y superar las situaciones difíciles); conciencia del presente y optimismo (vivir el aquí y el ahora, disfrutando los pequeños detalles y momentos); flexibilidad más perseverancia (tener un propósito significativo y ajustar la ruta o las metas cuando cambian los contextos); sociabilidad (generar y valorar las amistades, reconociendo la importancia del apoyo social); tolerancia a la incertidumbre (tratar de no controlar todo, aprender a soltar y reconocer la frustración frente a lo que no podemos manejar).
En cuanto a las técnicas psicológicas que podemos emplear para fortalecer las anteriores necesidades están: La auto-obervación más el auto-conocimiento, dedicarse tiempo; cuidar en qué nos decimos a nosotros mismos; humor y sonrisas ante las adversidades; buscar el aprendizaje y un enfoque positivo ante los momentos difíciles; salud emocional más equilibrio emocional; compartir las emociones y fomentar la expresividad; contacto social; poner límites al control y tolerar la incertidumbre; cuidarse y mejorar la salud física; ser realistas; cuidar a donde se lleva la atención; y vivir, evitando que el miedo condicione nuestras vidas.
Finalmente hay doce hábitos que se identifican en las personas resilientes (que en algunos casos también coinciden con las capacidades): Son conscientes de sus potencialidades y limitaciones; son creativas (de lo vil, sacan lo precioso); confían en sus capacidades; asumen las dificultades como una oportunidad para aprender; practican la conciencia plena; ven la vida con objetividad pero siempre con un prisma optimista; se rodean de personas que tienen una actitud positiva; no intentan controlar las situaciones, sino sus emociones; son flexibles ante los cambios; son tenaces en sus propósitos; afrontan la adversidad con humor; buscan la ayuda de los demás y el apoyo social.
Como podemos apreciar, la resiliencia no es algo que necesariamente traigamos desde el nacimiento, es antes que nada una experiencia que se puede transmitir en los ambientes en los que nos formamos o en la actitud para generar en circunstancias adversas el temple que nos saque adelante. Con el reconocimiento de la importancia de esta capacidad, la identificación de las habilidades que ya tenemos y el reforzamiento de hábitos y técnicas podremos, siempre mejorar nuestra calidad de vida.
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