Con una fachada sin pretensiones, el lugar llama mi atención por el rótulo: café, panadería, bistro.
Pido un café; me dicen que es de altura: Red Honey, de Coatepec –porque siempre hay que saber lo que uno está bebiendo–; su sabor es ligero y con un toque dulzón, pero no demasiado como para robarle el gusto a la bebida.
El lugar por dentro es una especie de cabaña con tejado de madera y una combinación de detalles de diferentes estilos decorativos.
Esperaba que la carta estuviera llena de paninos, sándwiches y bagels, pero ahí radica mi primera sorpresa: hay cocina española.
El tendero es joven, amable y abierto a cualquier pregunta que a uno se le ocurra hacerle.
El menú es tan corto como variado y entre la plática con el muchacho, sale a la luz una comilona reciente en la que 6 comensales disfrutaron de la preparación de un lechón acompañado de todo el ritual, donde el cochinillo es trinchado con un plato.
Cortarlo de esta manera permite saber que el lechón está bien cocinado y tierno. Y aunque se conoce que el origen de esta tradición –en la que el plato acaba en el suelo, roto en muchos pedazos luego de haber seccionado el platillo –proviene de un asador segoviano, que para cortarlo no tenía a la mano un cuchillo y utilizó un plato pequeño, en el caso de este restaurante, el ritual lo realiza el dueño, que es Asturiano.
Por supuesto, aquí no encontraríamos la jota tradicional ni a las bailarinas ataviadas a la usanza, pero es probable que el mesonero recitara algunos versos mientras realizaba el corte del lechal.
El desayuno llega a la mesa en un plato de barro: dos huevos terminados al horno sobre una base de papas fritas y una porción suficiente de jamón serrano (huevos rotos).
La música es buena, moderna y en un volumen razonable.
El Churrinche –ave roja, cuya virtud es la de mostrar cómo surcar los vientos pasionales en el corazón –abrió en marzo de 2020, justo cuando nuestro lado del mundo se paralizó; el negocio naufragó hasta agosto, en que volvió de manera formal y con todo el ímpetu.
Podemos ver que hoy la mayoría de los sitios de comida están basados en el diseño: “el lugar está padrísimo”. Ya no es como antes, cuando la comida era la que mandaba y el lugar lo que menos importaba.
Pero aquí, el menú nos va dando una sorpresa cada vez más gratificante: paella, fabada asturiana, callos a la madrileña, sopa castellana, buñuelos de bacalao, canelones catalanes de carne, tortilla española tradicional o gambas al ajillo.
Los amantes de la buena cocina y sobre todo la española, también encontrarán aquí panadería hecha por la misma casa, servicio de bar, vinos españoles y la sangría Churrinche, además de pizzas, venta de especias, aceitunas, chorizo español, aceite de olivo y un largo etcétera.
Los desayunos son diferentes a lo que el común de los restaurantes nos tiene acostumbrados, por ejemplo: un huevo estrellado sobre queso crema, mozzarella, jamón y medio bagel, o una baguette artesana con omelette, jamón, queso, tocino y lechuga o de plano la torta de pierna con la receta de la casa acompañada de rajas de habanero y cebolla morada.
Así que la experiencia para comer es más gourmet, con un toque visual de maderas, detalles vintage e industriales; los ventanales dan a la Recta a Cholula y su atención excelente de pronto se vuelve casi familiar.
Churrinche está “escondido” sobre la lateral sur de la Recta a Cholula; se tiene que entrar a la derecha, inmediatamente al inicio, en dirección Cholula-Puebla.
Vale la pena destacar estos lugares poco comunes, que seguramente los paladares exigentes o aventureros han de agradecer.
Provecho.
F/La Máquina de Escribir por Alejandro Elías
@ALEELIASG

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here