Cuando todo parecía indicar que no habría más temas que distrajeran la opinión pública y sirvieran de pretexto para seguir atacando a los «actores del pasado» a través de la consulta popular, hace su aparición en el escenario nacional el tema Pegasus, el cual le dará «combustible» al gobierno de la 4T en su constante búsqueda de culpables de todos los males del país.

De esta manera el ya famoso caso Pegasus seguirá haciendo las veces de cortina de humo para no hablar del desabasto de medicamentos, la tercera ola de Covid-19, los niños con cáncer y la inexistencia de servidores públicos honestos.

Por lo pronto en los últimos días la titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana ya informó que en los registros de la extinta SSP federal y la Secretaría de Gobernación, encontró 31 contratos que sustentan que dicha herramienta informática fue adquirida por los gobiernos anteriores, de 2012 a 2018, de manera particular por el Órgano Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social, así como las extintas Policía Federal y Centro de Investigación Nacional (CISEN).

El pretexto para la persecusión política de quienes adquirieron y eventualmente utilizaron Pegasus o alguna herramienta simular, es que la utilizaban para realizar labores de espionaje.

Me temo que con el afán de mantener la atención de la ciudadanía y los medios de comunicación, así como para perseguir política, legal y administrativamente a los presuntos responsables de su adquisición y uso están considerando a la inteligencia y a la investigación como sinónimos de espionaje, lo cual es a todas luces inexacto.

El espionaje podría circunscribirse a la obtención de información para ser utilizada con fines políticos y personales, pero no para razones de Estado porque a esa ya se le define como la inteligencia y todos los países democráticos y con mayor razón las dictaduras la utilizan.

Pero están en su derecho de hacerlo porque ahora son ellos los que tienen «el sartén por el mango» y las cosas son como ellos las conciben.

Nada más no se vayan a sorprender de lo que encuentren porque en una de esas encuentran sus propias «patas» o la de sus familiares cercanos metidas en ese tipo de lodos tóxicos.

Tal es el caso de la jefa de gobierno de la Ciudad de México, cuyo cuñado Eugenio Imaz Gispert dirigió el CISEN en la época de Enrique Peña Nieto y su jefe inmediato era el poderoso secretario Miguel Ángel Osorio Chong.

Mejor dicho su ex cuñado porque es hermano de su ex esposo, ese que desde 2016 no se ha vuelto a saber nada de él pero se sabe que fue pieza fundamental en el Consejo Estudiantil Universitario de 1986 en la UNAM, a lado del hoy secretario de gobierno de la CDMX Martí Bartes y la propia Claudia Sheinbaum.

Solo hay que recordar que la teoría del mundo pequeño dicta que todos tenemos un familiar en la política, otro en la cárcel y a eso habría que agregarle «uno metido en el caso Pegasus», y que en menos de 6 niveles todos conocemos o estamos relacionados con alguien en común.

Otra máxima dice que el mundo cabe en un pañuelo, por lo que hay de aquel que le quiera dar una sacudida.

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