El próximo mes de octubre será un mes de suma importancia para el gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta por dos razones importantes para su causa, su proyecto y su disputa con dos personajes poblanos catalogados -por él mismo- como sus enemigos.
Durante ese mes que está prácticamente a la vuelta de la esquina estos dos funcionarios de la vida publica van a ceder sus poderes, sus cargos y pasarán la estafeta a sus respectivos relevos.
La primera es la aún presidenta municipal de Puebla, Claudia Rivera Vivanco, de extracción morenista -como el mandatario-, su correligionaria, desde luego, pero tal vez su peor enemiga en el partido que lo abanderó para convertirse en titular del Ejecutivo.
La primera edil de izquierda en Puebla, luego de haber perdido la elección ante el hoy presidente panista electo, Eduardo Rivera Pérez, deberá dejar el cargo el próximo 15 de octubre.
En esa fecha, Lalo Rivera asumirá el poder como presidente municipal por los próximos tres años, lo que significa todo un reto por aquello de que la ciudad colapsó con el gobierno y la llegada de Morena.
Y no está de más decir que el nuevo edil panista representa todo lo contrario a su futura antecesora, pues él mantiene ya comunicación fluida, directa y un trabajo conjunto con el gobernador Barbosa.
El balón, tras la disputa con Claudia Rivera, quedó en la cancha del barbosismo, por lo que, por fin, evidentemente, el gobernador se deshará del problema generado por su guerra con la que fuera la edil más importante de su propio partido.
De todos es conocido que Claudia y Barbosa se odian a muerte.
Sus encuentros, que resultaron, al final, más bien desencuentros sólo fueron reuniones aparentemente institucionales que pretendieron intentar una reconciliación forzada, la cual nunca llegó por el odio y rencor entre ambos.
El principal motivo de odio hacia Claudia, por parte de Miguel Barbosa, es el supuesto pacto perpetrado por la entonces candidata de Morena con el morenovallismo.
Acuerdo, según se dice, que tenía como objeto derrotar a Barbosa y arrebatarle el triunfo por la gubernatura, y, al mismo tiempo, apoyar a Claudia para que ganara la capital y Lalo Rivera fuese derrotado, como ocurrió.
Lo previsto, entonces, se cumplió tal como se pactó.
Eso nunca lo perdonó el gobernador Miguel Barbosa.
Por más que intentó no logró olvidar ese trago amargo y la traición en su contra.
De allí, entonces, vinieron todos los desencuentros con la edil de Morena y la persecución, misma que terminó en una guerra abierta, en una disputa y en una serie de grillas y encontronazos en los que incluso estuvo inmiscuida la federación.
Porque la presidencia de la república y su titular, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), tal parece que siempre estuvieron o incluso están del lado de Claudia Rivera, a quien se protegió.
Y aunque la mala relación entre el gobernador del estado y la edil capitalina es un cuento que tampoco es nuevo para los poblanos, porque ya ocurrió algo similar en el pasado, lo cierto es que todo esto sí que afectó a los poblanos.
Quién no recuerda el enfrentamiento entre el entonces edil panista de Puebla, Gabriel Hinojosa Rivero, con el gobernador priista de Puebla Manuel Bartlett Díaz. O la disputa entre Enrique Doger Guerrero y el “gober precioso”, Mario Marín Torres, ambos del PRI.
O la guerra entre el mismo Lalo Rivera como edil y Rafael Moreno Valle Rosas (qepd), entonces gobernador del estado, los dos, también, del PAN.
Los poblanos ya estamos curtidos y tampoco nos asustamos, afortunadamente; eso sí, hemos visto afectados nuestros intereses, mas aún con la 4T y sus guerras personales, porque hoy la ciudad se cae a pedazos y urge su rescate inmediato.
Empero, este frente por fin lo cerró y libró el gobernador Barbosa, quien prácticamente ya le dijo adiós a Claudia Rivera, y a punto está de mandarle tocar las golondrinas.
Ojalá que esto de paso al crecimiento y desarrollo en la ciudad, porque nos hace mucha falta un gran cambio.
Y el segundo de los frentes que parece cerrar el gobernador es el de la BUAP.
Así es, pues el próximo 04 de octubre el rector Alfonso Esparza Ortiz pasará la estafeta a su sucesora, la primera rectora de la BUAP, Lilia Cedillo Ramírez, quien está prácticamente perfilada para convertirse, también, en la primera mujer en conducir los destinos de la institución.
El gobernador, por fin, podrá cerrar ese otro frente abierto y empezar una nueva relación con la futura rectora de la máxima casa de estudios, quien es ajena a los temas políticos y a las grillas internas y externas, pues ha estado dedicada toda su vida a la ciencia y a la academia.
Nunca entendí, como otros comunicadores, por qué el gobernador Barbosa no quiso conciliar y arreglar sus diferencias con el rector Alfonso Esparza, para darle certidumbre a la relación estado universidad pública.
Sobre todo, cuando Esparza se enfrentó también al morenovallismo, igual que Barbosa, pues el gobernador finado intentó infiltrar a la Benemérita con el fin de controlarla, a través de su operador, Eukid Castañón Herrera.
Sin embargo, eso no ocurrió porque la defensa universitaria se impuso, como hasta ahora.
El caso es que el próximo mes de octubre tanto en el Ayuntamiento de Puebla, como en la BUAP, habrá renovación de sus líderes, lo que termina con una etapa de enfrentamiento y persecución en Puebla.
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