Mtra. Mónica Lorena Palafox Guarnero
El 30 de agosto, después de un año y medio de actividades académicas en casa, oficialmente los estudiantes podrían regresar a clase. En Puebla más de 11 mil escuelas abrieron sus puertas. Esto representó muchas horas de trabajo por parte de las autoridades educativas para desarrollar los protocolos de retorno seguro. En los casos donde las condiciones económicas fueron favorables, se acondicionaron las instalaciones con los equipos necesarios para ofrecer la modalidad híbrida con algunas clases presenciales. Esto permitió que el 60% de los estudiantes lentamente reactivaran esta actividad que bruscamente se detuvieron en marzo del 2020. Con el confinamiento de los diversos actores en casa, el comercio que ofrecía servicios de todo tipo a los escolares, también vieron afectadas sus actividades laborales, al no existir consumidores.
Por otro lado, el periodo de alejamiento de las aulas físicas, abrió una brecha inimaginable, ya que, de acuerdo con la UNESCO, en México, 24.84 por ciento de los estudiantes de entre 7 y 17 años no tiene acceso a internet y 4.47 por ciento no cuenta con televisión por lo que no pudieron estudiar a distancia durante la contingencia por COVID-19.
En tanto que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) considera que en México el 87.17 de los estudiantes de clase alta contaron con equipo de cómputo, mientras que el 56.82 por ciento de clase media también tuvieron equipo de cómputo. Sin embargo, únicamente el 23.53 por ciento de la clase menos favorecida, contaron con una computadora. Es decir, el 76 por ciento de éste sector quedaron rezagados.
Ante esta realidad la pregunta obligada sería ¿Cuántos de estos estudiantes retomaron sus estudios en el ciclo escolar 2021-2022?
Otro punto a considerar tiene que ver con la salud emocional de estudiantes, docentes y personal administrativo. No hay que olvidar que en este momento histórico muchos de los involucrados han enfrentado pérdidas en lo económico, la salud y fallecimientos, entre otros aspectos. Por lo anterior la dinámica familiar y las redes de apoyo se vieran afectadas. A consecuencia de lo anterior se ha incrementado la violencia intrafamiliar, la separación de las parejas que, si bien en la mayoría de los casos ya vivían situaciones complicadas en la relación, los cambios antes expuestos, sirvieron de catalizadores para generar una crisis en las relaciones interpersonales.
Así mismo aunado a lo anterior, el aislamiento para preservar la salud, también ha generado un rezago en las relaciones entre pares, la actividad física propia de la etapa de desarrollo. Debido a esto los estados de ansiedad, estrés, depresión, control de enojo, se han visto en aumento. Por lo que los servicios de salud mental, son ahora una necesidad para que, sin importar el nivel socioeconómico, se tengan el acceso a ellos para contar con estrategia de afrontamiento.
Aun cuando el panorama se visualice desfavorecedor, apostar a los recursos personales (resiliencia) de niños, adolescentes y adultos, ya sea en trabajo individual o grupal, acompañados de especialista de la salud mental, podrá favorecer el equilibrio emocional que permita también un mejor desempeño académico y laboral.
No hay que dejar a un lado que la posibilidad de poder escuchar a las personas del núcleo más cercano, cuidar el descanso adecuado, la higiene del sueño, la alimentación adecuada dentro de lo posible; la actividad física como el poder caminar, disfrutar de un juego de mesa entre los miembros de la familia nuclear, cuidando la sana distancia, el uso adecuado del cubre boca, gel y/o el lavado de las manos, son estrategias que atenúan el malestar emocional por el que atraviesan algunos de los miembros de la familia.
A través de la historia, los seres humanos hemos atravesado por crisis que han dejado grandes lecciones para generar cambios en nuestras vidas. Son fuentes de motivación, creatividad y aprendizajes significativos en el desarrollo de las personas.
El mensaje que los adultos podemos compartir con los menores de edad y las personas cercanas a nuestro núcleo familiar, es que, si bien no es posible negar que hay momentos de enojo, miedo, desesperanza, tristeza, pero también se pueden buscar formas de resolver problemas. Una estrategia que podría favorecer lo anterior, sería pedirle que compartan tres o cinco propuestas para enfrentar una situación, valorar las consecuencias de cada una de ellas tanto en los positivo como lo negativo para seleccionar alguna de ellas. Las soluciones perfectas no existen, pero puedo buscar la que más se adapte a mis necesidades.
La autora es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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