A las cosas por su nombre

Alejandro Elías

Una vez, de visita en su casa y mientras conversábamos –yo admirando su tremenda colección de arte–, el arquitecto Rodolfo Jiménez Brito me comentó que la familia mata la creatividad.

Aunque la aseveración me pareció sumamente profunda, no abundé en lo que para él significaba aquello, pero con el tiempo le fui dando contexto a su comentario al observar en la vida de algunos artistas, su relación con la familia, la sociedad… y la soledad.

Supongo que Jiménez Brito se refería a dedicarse a la familia o al arte, porque servir a los dos amos, la mayoría de las veces no funciona, o suele funcionar a medias. Pero mejor prefiero preguntarle a un artista de tiempo completo para despejar la duda:

–Fernando: ¿La creación artística te demanda espacio, tiempo, dedicación y para ello como ingrediente principal, soledad?

–Creo que la soledad es opcional; es cierto que se requiere de tiempo y espacio, siendo que en el proceso de creación son fundamentales estos dos elementos; considero que la soledad es un estado de ánimo y no necesariamente una herramienta para crear, el arte siempre se ha nutrido de los otros y es filtrado por el propio artista para enriquecer su propio mundo.

–¿Te parece que la familia mata la creatividad?

–La familia puede ser un impulso o un lastre y depende del constructo de cada individuo, de lo que se pueda elegir o hacer con lo que se tiene; los artistas pueden ser apoyados por la familia y crear de forma más orgánica, sin tanto tropiezo, pero aquellos que han tenido algún obstáculo familiar, muchas veces se nutren de ello para crear un carácter y enfocarlo en su tarea creativa. La creatividad entonces solo depende de nuestra capacidad de asombro manteniendo el ojo en un estado salvaje, como lo apuntaría (André) Breton.

–¿Cómo manejas la introspección? ¿Cómo la haces fluir para que responda liberando la construcción de una idea creativa?

–La introspección es un elemento poco usado en las artes contemporáneas, sin embargo, es fundamental para el artista; en mi caso es una forma de conocerme y rascar entre las vivencias y recuerdos propios aquellas imágenes que necesito para explorar lo que pienso y quiero decir con alguna obra. Un poeta francés, amigo mío, me dijo un día que yo era un trabajador secreto, pues se dio cuenta de que todo el tiempo observo y retengo los fenómenos cotidianos; a la vez y si es posible, reflexiono acerca de estos en el momento y saco notas. La introspección es para mí un ejercicio diario y fundamental.

–Si bien el abanico de tus trabajos es enorme (desde el cómic, el dibujo, el óleo, pasando por el pop hasta el realismo) parece que tuvieras una preferencia por el lado oscuro, que sin embargo no siempre es el más comercial, hablando de que el artista requiere de ventas para subsistir. ¿Qué es aquello que fluye dentro de ti y terminas representado en pinturas negras?

— La parte oscura que existe en todos nosotros la definió (Carl) Jung como la sombra. Yo trato de jugar con esa sombra, pues siempre ha sido parte de mí y pienso que estar en contacto con ese lado oscuro es vital para saber diferenciar las pulsiones del eros y el thanatos; ya el maestro Arturo Rivera apuntaba al carácter del artista en dos bandos: los apolíneos y los dionisíacos. Yo pertenezco a los segundos, pues entiendo que hacer evidente la oscuridad, hará que, al fin y al cabo, lleguemos a la luz, tarde o temprano.

F/La Máquina de Escribir por Alejandro Elías

@ALEELIASG

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