Por: Mtro. José Teódulo Guzmán Anell, S J

La vida continúa en todos los ámbitos de la sociedad, en la familia, en el trabajo y en la universidad. Hemos aprendido a cuidarnos, eso pienso, y a solidarizarnos con quienes tenían menos recursos y capacidades para enfrentar la pandemia. Aun cuando el temor a contagiarnos del virus nos ha distanciado físicamente, nuestra fe cristiana o nuestras raíces humanistas como personas conscientes de nuestra responsabilidad social nos han mantenido cercanos y compasivos con quienes han necesitado de nuestro consuelo y apoyo.

Cuando Jesús de Nazareth curaba a los paralíticos les decía que se levantaran, tomaran su camilla y marcharan a su casa a darle gracias a Dios por su curación. Obviamente, aunque los evangelios no lo digan, los familiares y amigos de los que habían sido curados, se habrán llenado de alegría y los habrán recibido con los brazos abiertos, incluso, habrán hecho una fiesta. También nosotros debemos alegrarnos por la sanación y recuperación de tantos hombres, mujeres y niños que se han visto libres del virus y han vuelto a una existencia normal, después de tanta angustia, dolor y peligro de muerte.

Probablemente haya personas que reprochen al gobierno federal no haber hecho lo suficiente para combatir la pandemia y sus efectos nefastos. En mi opinión, los responsables de la salud pública en México hicieron todo lo que podían, con los recursos con que contaban cuando empezó la pandemia, para adquirir vacunas y habilitar hospitales para atender a quienes se habían infectado. Probablemente alguien podrá opinar que las autoridades sanitarias reaccionaron un poco tardíamente, y que hubo más discursos que acciones efectivas. Sin embargo, pudimos tener acceso a las vacunas y volver a nuestras labores en nuestras instituciones educativas.

¿Qué nos corresponde hacer ahora? Indudablemente no basta con dar gracias a Dios y a las autoridades sanitarias, principalmente a médicos y enfermeras de las instituciones de salud públicas y privadas. Hemos aprendido muchas lecciones en el campo de la ciencias médicas y biológicas, y también en implementación de políticas públicas. Considero que es obligación del estado continuar apoyando con todo tipo de recursos a universidades e instituciones de investigación para obtener mejores conocimientos y medios de prevención de nuevas enfermedades que podrían surgir en el mundo. Y al mismo tiempo, es necesario y urgente restablecer las condiciones de seguridad sanitaria para el regreso al trabajo presencial y la recuperación de los empleos perdidos por causa de la pandemia.

Finalmente, habrá que recuperar también la confianza en nuestro entorno familiar, social y laboral para restablecer la amistad social y la alegría de vivir cuidándonos mutuamente.

 

 

El autor es académico de la Universidad Iberoamericana Puebla.

 

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