Por: Mtra. Rocío Barragán de la Parra
El Proyecto Educativo de la IBERO Puebla no sólo consiste en la formación educativa de sus estudiantes, su compromiso está en todo cuanto implique el desarrollo humano.
El paradigma ignaciano nos invita a reconocer en cualesquiera de nuestras actividades, un hondo compromiso con el acompañamiento para y con los otros, lo que implica un gran desafío: reconocer en el otro sus diferencias, su contexto y, al mismo tiempo en su unicidad; la nuestra –para que- en esa diversidad, encontremos apuestas y puntos comunes. Para ser corresponsables de (los) otro(s) es clave asumirse como acompañante y como desarrollador de personas.
En el ejercicio del liderazgo es clave desarrollar la capacidad de amar, de ello depende la profundidad y calidad de la relación que se establece al acompañar, así como la capacidad para testimoniar y ser capaz de generar que el otro se sienta cuidado y valorado.
La actitud heroica implica enfrentar la realidad como es, difícil y problemática; donde el desafío consiste en formar equipos de trabajo que dejen de pensar sólo en sí o para sí mismos y compartan un compromiso común: Hacer que la gente sea mejor y no utilizarla para el bienestar propio o de su carrera, para lograrlo se necesita un alto grado de conciencia de sí mismo.
Ante los problemas y desafíos cotidianos se necesita en primer instancia atender la realidad para luego entonces entender lo que pasa en el contexto del equipo de trabajo, la organización, el sector, la región y/o el mundo; una vez que ello sucede entonces el trabajo consiste en reconocer la encomienda de tareas y sobre ellas diseñar los planes o acciones que permitan, en consecuencia, llegar a las metas establecidas y, en caso de que en el trayecto existan objeciones, desafíos o se comentan errores, entonces aprender de ellos y convertirlos en experiencias, desarrollando el hábito de pensar de manera más profunda y plena en la vida.
El amor en las obras más que en las palabras, como decía San Ignacio, velando siempre por el bien ser, el bien estar y el bien convivir de los miembros y los equipos. Buscar mecanismos y buenas prácticas que eviten los fraudes, los abusos y las inequidades, asumiendo el compromiso de trabajo en la organización y el que significa desempeñarse como líder en ella.
Aprender a ser compañeros, compartir(nos) y hacer compañía para estar juntos; que la compañía sea el lugar propicio para el compañerismo, el lugar donde se posibilita la plenitud, la confianza, el respeto, la tolerancia, la empatía y el reconocimiento, sabedores del papel que el líder tiene para posibilitarlo y gestionarlo, ¿qué tipo de mundo se quiere alcanzar a través del ejercicio del liderazgo?, ¿eso que se ha planeado es lo mejor o puede asumirse de manera diferente?, ¿estoy feliz con eso? Un líder debe ser competente pero también compasivo; es decir ser capaz de acompañar el interés, el motivo, la pasión del otro.
El liderazgo también implica valentía con las dificultades del ahora (lo que hoy es, es producto de mi generación) y concebirla no siempre como el rugir de un león, ya que en ocasiones se manifiesta como voz callada que susurra “inténtalo nuevamente mañana”. Sentirse cómodo con la realidad de estar incómodo para aprender a tomar decisiones asertivas, comprendiendo que el mayor enemigo soy yo cuando temo ser quien soy (Nelson Mandela); por ello tener valor no implica la ausencia del miedo sino la capacidad de aprender a seguir adelante.
Lo importante es la interioridad de cada persona, para que el ejercicio de su liderazgo redunde en el bien común y de testimonio con su vida. Todos tenemos más talentos de los que creemos, dale oportunidad a la gente y seguro te sorprenderá; para lograrlo lo primero es trabajar en establecer la confianza con y entre la gente; establecer un trato cálido, generoso, dispuesto y mejorar los ambientes de trabajo e interacción, tener el valor de encontrar mejores formas de ser y hacer camino.
El mundo necesita líderes asertivos, competitivos, generadores de valor y para ello se necesita no sólo conocimiento y capacidad sino también actitud y pensamiento estratégico para privilegiar el desarrollo de las personas y los equipos; por lo que es angular trabajar con una filosofía de consenso, flexibilidad y respeto.
La filosofía Jesuita invita a estar en constante contacto con la realidad, ser heroicos, conscientes de sí mismos, valientes y amorosos, para entonces reconocer, en el liderazgo, un llamado al servicio y la apuesta por el bien común; por ello es fundamental cuestionarse qué tipo de líder se desea ser y qué se quiere hacer con ello. Recordando que somos quienes somos gracias a los demás y que nuestro liderazgo da cuenta de lo que habita en la cabeza y se expresa en el corazón: “primero las personas”. Recordar que el verdadero líder es aquel de integrar a su equipo como uno solo, “Somos más valiosos cuando unidos somos uno”