Lic. María de Guadalupe Ioppolo González

Para aquellos que somos lectores asiduos o simplemente nos gusta disfrutar de un buen libro, la experiencia representa muchas cosas: intriga por saber cómo resolverán los personajes el conflicto; magia por entrar en otras realidades teniendo los ojos abiertos; ilusión por disfrutar mínimo 20 minutos al día con el placer de la lectura y la privacidad; y complicidad con el autor al intentar captar sus ideas.

Aunque la lectura tiene las bondades mencionadas y muchas más, ¿qué sucede cuando leer se convierte en una obligación, en un requisito para acreditar una materia? Durante el trayecto escolar se tienen diversas materias en las que se busca fomentar el gusto por la lectura y recalcar su importancia en el uso diario; sin embargo, si eres profesor de literatura en preparatoria, te puedes encontrar con varios obstáculos.

El primero de ellos es que la generación actual prefiere ver imágenes rápidas o videos cortos que den un mensaje sin mucha profundidad; el segundo es que la vacuna constante de leer los llamados “clásicos” con los que se rompen la cabeza por entender el mensaje y que pocas veces cuenta con un acompañamiento profundo; el tercero y más reciente, tiene que ver con la realidad que superó a la ficción y nos alcanzó: la pandemia.

El aislamiento y salida progresiva han generado que distintos hábitos se modifiquen y, por supuesto, el acudir a la escuela es uno de ellos, pues las estrategias de enseñanza se ven en la necesidad de cambiar ante el comportamiento de los estudiantes, en los que pareciera que prestar atención en clase, no ver el celular y mostrar un poco de interés por lo que el interlocutor explica, se convierten en una tarea monumental.

Ante este panorama, ¿qué se puede hacer para que los jóvenes le encuentren sentido a la lectura? A continuación, presento algunas de las estrategias que, a lo largo de mi camino docente, han tenido resultados favorables:

  • Buscar textos que se empleen como lecturas mensuales o como parte de la clase que puedan despertar su interés o con los que puedan empatizar, pues de esta manera el relato cobra sentido y se motivan para conocer el desenlace.
  • Seleccionar textos que de autores contemporáneos locales y algunos de los considerados clásicos, tomando en cuenta que debe ser un texto breve que después los invite a buscar más de la obra de los mismos autores o corrientes. Esta finalidad es bivalente, pues por un lado no se genera el rechazo a la literatura y por otro, les ayuda a conocer qué tipo de libros les pueden interesar y así, se va ampliando su bagaje. A su vez, hay que tomar en cuenta el tipo de lenguaje que tienen los textos para de manera paulatina, ir incrementando la dificultad y propiciando a que se conozcan nuevas palabras.

 

  • Emplear textos de los tres grandes géneros literarios. Es común que exista cierta tendencia hacia la narrativa, pues los textos que comúnmente se enseñan en los primeros niveles educativos son: cuento, fábula, leyenda o incluso, novela; sin embargo, no podemos dejar de lado a la poesía, que ayuda a buscar el mensaje dentro de la retórica y que se puede encontrar en la cotidianidad a través de la música o algún mensaje oculto detrás de un meme. También hay que tomar en cuenta al teatro, pues a través de él y de la lectura dramatizada, desarrollan habilidades de expresión e incluso, algunos de ellos se sorprenden con habilidades que quizá ni ellos mismos sabían que tenían.

 

  • Realizar lecturas acompañadas. Puede ser que se vaya leyendo un libro por capítulos o secciones de manera colectiva, lo que permite guiar un análisis colectivo en el que las distintas perspectivas aportan para hacer una interpretación aterrizada, enriquecen la comprensión del mensaje y fomenta que se vayan involucrando con su propio proceso de lectura.

 

  • Emplear referentes y materiales de apoyo que no satanicen sus gustos, sino que sean herramientas que los puedan ayudar a comparar su propia realidad, la de la lectura y la que existe en las redes sociales en las que pasan gran parte de su tiempo. Se pueden usar memes y tik toks, pues proveen buen material; sin embargo, también hay que hacer consciencia del nivel de profundidad que tienen y promover que se busque más información del tema o incluso, que se analice su sintaxis y ortografía.

 

  • Acudir, si es posible, a alguna librería en la que puedan tener contacto físico con los libros. Quizá por ser amante de los libros, me ha sorprendido cuando me entero que algunas personas tienen pocos o ninguno en casa o que prefieren leer un PDF, lo que no nada más daña su salud al estar tanto tiempo frente a un dispositivo, sino que también tiene que ver con los derechos de autor, pues muchos se descargan en la red de manera gratuita. Tampoco demerito los libros electrónicos que se pueden comprar para algún dispositivo, ya que yo también leo en este soporte, pero cuando pueden acudir a un espacio en el que ven mucha de la producción literaria que existe, sienten de manera tangible que tienen el mundo de posibilidades.

Si bien estas son algunas de las estrategias para fomentar el gusto por la lectura, también propician la escritura, pues como se sabe no existe escritor que antes no haya sido lector.

La autora es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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