Esperó en la parada del autobús hasta las 5 de la tarde; quedaron de verse antes de las 4.
Antes, significaba para ambos unos 5 o 10 minutos, nunca a la hora en punto. Era uno de esos acuerdos que como en clave se ponen a veces las parejas para tratar de tener un código propio en su relación.
Enfrente había un café y cansado de estar de pie, recargado en el poste del paradero, se atravesó y pidió un americano, el cual llegó con mucha espuma.
–¿Qué café venden?
–Robusta, de Chiapas.
Mientras preguntaba, lanzaba miradas a la parada para ver si ella descendía en el siguiente transporte.
Aunque los dos tenían uno, no utilizaban celular para comunicarse, ni siquiera se habían dado sus números; era una de esas parejas extrañas, llenas de comportamientos y acuerdos muy de su relación; habían decidido no usar el móvil y únicamente se llamaban al trabajo a través del teléfono tradicional; se ponían de acuerdo en su siguiente cita y se encontraban en el punto acordado.
Ambos sabían que el no llegar a tiempo significaba que el tráfico se había congestionado, que uno de los dos había salido tarde del trabajo o que un imprevisto había impedido cumplir con el horario convenido. Por lo tanto, una hora de espera estaba dentro de los tiempos de flexibilidad.
La taza de café iba a la mitad; el reloj había avanzado a las 5:30; Andrés pidió a la mesera que le trajera un periódico y trató de guardar la calma revisando las noticias mientras permanecía al pendiente del sonido del autobús cada vez que se detenía en la parada; la gente bajaba, menos Maya.
Había decidido guardar la calma y poner en práctica su personalidad paciente, todo lo que fuera con tal de no alterarse.
Daban las 6 y pensó que dos horas de retraso ya se habían salido del límite; entonces su mente comenzó a jugarle algunas pasadas.
Dieron las 7:30 de la tarde. Andrés pidió un tercer café y solicitó el teléfono para llamar; ahora estaba preocupándose; marcó al trabajo de ella, el teléfono fue respondido a la primera:
–Hojas de Cristal ¿En qué podemos servirle?
–¿Maya?
–No…
–¿Me comunica con Maya, por favor?
–¿Maya Satié?
–Sí.
–No, ella tiene un año que no labora con nosotros.
–Pero si hablé con ella ayer. Le marqué a este número…
–Lo siento, debe estar equivocado, ya no trabaja con nosotros –le aseguró la mujer para después colgar.
Le dio un sorbo al café y se quedó pensando; tenían cuatro días de haberse visto, si bien apenas llevaban tres meses de noviazgo, siempre le había llamado a Hojas de Cristal.
Pensó que todo sería un error, que la chica que había contestado sería nueva o estaba confundida.
Respiró hondo y trató de calmarse; tomó de nuevo el periódico y de reojo vio la fecha; un frío invadió su cuerpo: Abril 22 de 2023.
Llamó a la mesera y le mostró la fecha en el diario, argumentando que se habrían equivocado en la editorial. Ella le mostró la pantalla de su celular con la misma fecha.
–Sí, hoy estamos a 22 de abril de 2023 –le dijo mirándolo extrañada.
F/La Máquina de Escribir por Alejandro Elías
@ALEELIASG