La Real Academia Española (RAE), ofrece para la palabra “público”, una serie de acepciones que van desde “lo conocido o sabido por todos”. “Que se hace a la vista de todos”; “accesible a todos” hasta “conjunto de personas que forman una colectividad”.

Paul Capriotti (teórico español, especialista en comunicación y marketing), define a los públicos como “todos los grupos de personas que tienen algún tipo de interés similar entre ellos con respecto a una organización y que pueden afectar el funcionamiento o el logro de los objetivos de la compañía”.

Basados en tal definición, el adjetivo de “público”, aplica muy bien para la radiodifusión comercial clásica, donde las barras programáticas, están planeadas para ser entregadas a un número indefinido de personas, sin segmentación por edad, género, gustos musicales o preferencias de cualquier tipo y que  únicamente se les considera como un eslabón más en la cadena comercial – productiva de la emisora.

Ahora bien, una audiencia, es definida por la RAE, como “público que atiende los programas de radio y televisión o que asiste a un acto o espectáculo” y agrega otra consideración: “número de personas que reciben un mensaje a través de cualquier medio de comunicación”.

Aquí, entonces aplica la máxima latina: “Quidquid recipitur ad modum recipentis recipitur” (todo lo que se recibe, se hace según el recipiente). Aforismo filosófico pronunciado por Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, que bien podemos utilizar para dar pureza a la definición de audiencia y esto es en otras palabras, que “cada quien entenderá lo que recibe, según el medio difusor y las capacidades perceptivas del receptor”; de ahí la importancia que desde la producción acústica y la elaboración de contenidos, siempre se mantenga la constante de que los mensajes pueden transformar un público en audiencia, siempre que se ofrezca una justa orientación en cuanto a lo que se ofrece al aire.

Entonces ¿Qué somos aquellas y aquellos que, frente a un aparato transmisor, escuchamos lo que se nos ofrece? ¿Público o audiencia?

Sin duda, el lector tendrá sus consideraciones al respecto; no obstante en la libertad que se me otorga en este espacio y en la justa medida de respeto a las opiniones de quienes amablemente siguen mis colaboraciones, debo expresar que, en la radio, se debe pensar en audiencias y ya no, solamente en públicos.

Público en radio, es para quien esto escribe, un grupo de personas con intereses comunes, pero no específicos, esto es, que los escuchas son tantos, que no hay forma de saber si lo que se emite al aire les gusta o no, les interesa o hasta les agrede o aburre y por ende, la programación es tan variada, que incluso, no permite ajustar producciones y contenidos auditivos definidos a esos “públicos”. No hay interacción, no hay forma de medir la respuesta de los interlocutores y en tal sentido, no se puede medir la fuerza del impacto que pueda tener el contenido emitido.

La audiencia, por otra parte, es concebida por un servidor, como el grupo de personas, a quienes se les ofrecen productos sonoros, acorde  al perfil, formato, línea editorial e intereses de la empresa, pero siempre valorando y fomentando la participación e interacción de esos radioescuchas.

Para no darle más vueltas: “el público existe, la audiencia se construye”.

Entonces, principales constructores de audiencias en la radio de concesión pública, son la indígena, la social, comunitaria o universitarias, quienes (históricamente) siguen cruzando por momentos cruciales y no menos complicados en lo que a su financiación se refiere y por tanto a la supervivencia de las que son consideradas frecuencias de corte educativo, cultural, religioso y con una serie de contenidos, diametralmente opuestos (en la mayoría), a los que se escuchan en la radio comercial.

La problemática operativa puede extenderse, pues muchas de estas frecuencias concesionadas, deben enfrentarse al embate de gobiernos a los que no les gusta, ni conviene que se hable de sus carencias, desatinos o errores en el ejercicio de sus funciones.

Y aunque suene a un desatinado consuelo para quienes están en lo antes expuesto: la radiodifusión de corte ciudadano, siempre ha mantenido esa constante lucha por ejercer independencia en la transmisión de contenidos sociales, culturales o institucionales que, enmarcadas en el artículo 6 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, deberían dar certeza de que se garantiza eso que llaman “libertad de expresión”.

Y es precisamente en la dinámica de trabajo radiofónico, donde el escucha, también se enfrenta de manera indirecta a la problemática interna de las estaciones de radio que ejercen (en el menor de los casos), presupuesto gubernamental para sobrevivir, porque, en muchas ocasiones, las carencias evitan que las producciones auditivas tengan la calidad merecida, pues aún cuando no es un problema por falta de creatividad, el adolecer de presupuesto, impide que el profesional de la radio, entregue al 100 %, tanto su potencial, como su tiempo para la producción, creación y operación de las estaciones públicas.

Diversas aristas integran la dinámica de la radiodifusión pública, misma que habrá siempre de mantenerse por la voluntad, vocación, pasión y empeño, no menos de un profundo anhelo, para que algún día (aunque sea muy lejano), los contenidos, el financiamiento, la libertad de expresión y ¿por qué no?, los sueldos, sean acorde a la importancia misma que estos medios aportan a la conciliación de ideas comunitarias.

Será entonces cuando la diferencia entre públicos y audiencias, será tan marcado y claro, que no habrá necesidad de explicarlo, sino que será el propio radioescucha, quien decida si es parte de un público o se determina más bien como audiencia.

Usted que me lee, ¿Qué es?

Nos escuchamos la próxima, en tanto tenga usted ¡muy buen día!

Facebook: Omar Espinosa Herrera.

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