Por: Mtro. José Teódulo Guzmán Anell, S J.

Hace poco me hice esta pregunta y anduve hurgando en varios sitios de internet para hallar alguna respuesta adecuada. Y me encontré con un artículo de Luis Herrera Laso M. quien analiza la multicausalidad del fenómeno de la violencia y propone un modelo de análisis de los factores que inciden en la inseguridad y en las acciones de violencia creciente en nuestra patria.

La violencia es un monstruo que tiene muchas cabezas, y por ello, no basta con cortar una o dos para abatirlo. El autor citado enumera y desglosa once variables que inciden en la propensión a la violencia y a la inseguridad: pobreza y marginación, infraestructura física precaria, violencia intrafamiliar, presencia de pandillas juveniles, presencia de delincuencia organizada: drogas, armas y alcohol: autoridad precaria; ambiente de impunidad y procuración de justicia precaria, bajos niveles de organización comunitaria y de cohesión social; ausencia de un cultura de la legalidad; e impactos transnacionales de la criminalidad.

Como puede colegirse de esta enumeración de factores que inciden y provocan situaciones de violencia, algunos de ellos están directamente relacionados con la precariedad en las condiciones de vida familiar, donde el hacinamiento, la inseguridad alimentaria, el desempleo frecuente y la insolvencia económica provocan y acrecientan la violencia intrafamiliar y la inseguridad vital, e impiden una convivencia pacífica al mismo tiempo que destruyen el tejido social comunitario.

La construcción de un sistema de seguridad en una sociedad compleja, dice Luis Herrera, implica mucho más que perseguir y encarcelar a unos cuantos cabecillas de las redes de narcotráfico.  En realidad, la cultura de la delincuencia, de la impunidad y del discurso amenazante pero inocuo del gobierno federal está desplazando y amenazando a la cultura familiar de cercanía vecinal, de eventos recreativos para jóvenes y adolescentes en los barrios, y de cooperación voluntaria para la organización de festivales religiosos y ferias populares.

La construcción de una cultura ciudadana de convivialidad, ayuda mutua y legalidad nos corresponde a todos los habitantes del territorio nacional y no solo a los gobernantes estatales o municipales. El diálogo entre ciudadanos y gobernantes, la concertación de políticas y acciones para la seguridad local, la construcción de espacios recreativos para jóvenes y adolescentes, y la denuncia ciudadana para castigar oportunamente todo acto de ilegalidad y corrupción son factores decisivos para prevenir y contrarrestar todo lo que pueda causar violencia e inseguridad en nuestros hogares y lugares de trabajo. Es obvio que la plaga de la violencia y la criminalidad no van a poder ser erradicadas en el corto plazo, pero si todos contribuimos a eliminar los factores que nos atañen más directamente como familias, docentes o líderes religiosos, seguramente estaremos contribuyendo a extirpar este virus que ha causado tanta muerte y desolación en nuestra patria.

El autor es académico de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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