Al Partido Revolucionario Institucional (PRI) -local y nacional- no le queda ni el recuerdo de aquel organismo dominante y hegemónico que controló el país durante más de 80 años, desde su fundación en 1929.

Ni su nombre original pudo conservar, desde su creación como el Partido Nacional Revolucionario (PNR), fundado por Plutarco Elías Calles.

Posteriormente, en una de sus evoluciones, cambió a Partido de la Revolución Mexicana (PRM) para después convertirse en el PRI.

Asimismo, el PRI de ahora está cambiando.

Porque en la actualidad los priistas en el país cada vez son menos.

El partido de los tres colores se desmorona poco a poco, ante la debacle electoral sufrida en los últimos años.

Dicen que es el preámbulo de su muerte.

Y es que de 2018 a la fecha, los priistas han perdido o cedido 12 gubernaturas, tan sólo 10 en la corta gestión de su aún dirigente nacional, Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas.

Lo peor para este instituto político es que a pesar que Alito es un pájaro de cuenta, con una cola muy larga, los viejos políticos que controlan al PRI lo mantengan vivo.

¿Por qué lo seguirán sosteniendo cuando ha perdido todo?

Alito es, sin duda, el peor dirigente de la historia que ha tenido el PRI nacional.

Que pena para los priistas tener en su partido a todo un empresario, relacionista, constructor, especialista en bienes y raíces, a un enemigo de los periodistas, a un artista, por aquello de que cuida su imagen y su persona con millones y con médicos especialistas, y no a un líder político nato.

A un líder con el que se identifiquen como antes.

Porque a Alito lo que menos le importa es su partido y su militancia.

Lo de Moreno Cárdenas es el chanchullo y el negocio.

Y allí están sus audio escándalos para comprobarlo.

Desde que el PRI perdió su primera elección estatal -en 1989- en Baja California, ante el panista Ernesto Ruffo Appel, ya no es el mismo.

La militancia priista de los últimos años, incluso, únicamente sirvió para nutrir y engrosar las filas de Morena y del movimiento obradorista.

Prueba de ello es que en 2018 el partido de la 4T no gobernaba ningún estado del país; sin embargo, a la fecha está convertido en la primera fuerza política ya que controla 20 entidades, con las últimas 4 logradas en los comicios que recién pasaron.

En tanto, el PRI de Alito apenas gobierna tres estados de los 14 que tenía hace apenas cuatro años. En la última elección perdió Oaxaca y su último bastión, Hidalgo.

Sólo un ciego y humillado como Alito no quiere ver lo que la realidad le pinta.

Alito, el de los audio escándalos, se ha convertido en el dirigente nacional priista con más derrotas electorales (2021 y 2022), el que peor ha servido a su partido y el que peores resultados le ha entregado.

¿Qué esperan los priistas para expulsarlo?

Sólo un cínico permanecería en la dirigencia de su partido después de haberlo perdido todo, y de mantenerse en el ojo del huracán por posibles actos de corrupción.

Con los descalabros en Hidalgo y Oaxaca, Alito Moreno llevó a su partido -en sólo dos años- a gobernar a tan sólo 20.1 millones de mexicanos en dos estados (Coahuila y Estado de México), de un total de 44.3 millones que gobernaba en los 13 estados que poseía.

Apenas hace un año, el PRI de Alito, también perdió Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas.

La presidencia de la república es de Morena y de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), su verdugo, mientras que en el Congreso de la Unión la representación tricolor es mínima por no decir la más ridícula de la historia.

Y en Puebla no es la excepción.

El actual dirigente tricolor, Néstor Camarillo Medina, está convertido en un vocero más de quien controla y manda en el estado. Y no es su culpa, más bien no es un dirigente digno del PRI y de la oposición que se requiere para lograr el equilibrio de fuerzas en la entidad.

Néstor, igual que su líder nacional, no ha ganado absolutamente nada comparado con Morena en Puebla.

La gubernatura, como el Congreso del Estado, le pertenecen a la 4T y a Luis Miguel Barbosa Huerta.

 

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