En las elecciones de los últimos dos años a la fecha está influyendo la gestión de la pandemia del coronavirus y la gestión de la actual crisis económica y energética surgida por la ocupación bélica en Ucrania.

Hay una afectación global considerable por la inflación generada primero, por los cuellos de botella  en los canales de distribución de las mercancías y bienes creados por los confinamientos, cuarentenas y estados de alarma de los países para contener el contagio del Covid-19; y luego, no se habían terminado de reestablecer las cadenas de suministro y la invasión rusa, junto con las sanciones, han vuelto a alterar los canales de distribución, subiendo el costo de todas las materias primas y  el conflicto ha disparado el precio de los energéticos.

Las previsiones de abril pasado realizadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) aventuraban una inflación promedio a nivel  mundial del 7.4% para 2022.  Los países emergentes figuraban entonces como los más afectados con una inflación media del 8.7 por ciento.

Al cierre del primer semestre del año, el Banco Mundial en su informe Perspectivas Económicas ha comenzado a advertir del “riesgo de estanflación” con consecuencias “potencialmente perjudiciales” tanto para las economías de ingreso medio como para las de ingreso bajo.

“Se prevé que el crecimiento mundial descienda del 5.7% en 2021 al 2.9% en 2022, un porcentaje considerablemente menor que el 4.1% que se anticipó en enero”, señaló David Malpass, presidente del Banco Mundial.

¿Qué es la estanflación? Para la Real Academia de la Lengua –en el diccionario– la estanflación está definida como “una situación de estancamiento económico, con aumento del desempleo e incremento de la inflación”.

En el argot popular la estanflación es una cesta de la compra más cara pero con menos cosas y para muchas familias es llegar todavía con mayores dificultades a final del mes.

Los más recientes movimientos de varios bancos centrales incrementando sus tasas de interés saliendo de su zona de confort en la que permanecían desde hace largos años, en algunos casos décadas, es la señal de que la actual burbuja inflacionaria en el mundo ya no es meramente transitoria: la guerra en Ucrania y todas sus consecuencias colaterales la han cronificado.

El pasado   15 de junio, la Reserva Federal de Estados Unidos, movió sus tipos de interés en 0.75 puntos, entre 1.5% a 1.75%, es el alza más importante en las últimas tres décadas.

A la FED la han secundado el Banco Central Suizo moviendo sus tasas del -0.75% a -0.25% no las subía desde hace 15 años aunque siguen estando en negativo. También el  Banco de Inglaterra  rompió su atonía e incrementó sus tipos al 1.25% y en  julio, sería el Banco Central Europeo (BCE) el que moviese ficha para aumentarlos.

A COLACIÓN

¿Por qué suben los bancos centrales sus tasas en épocas inflacionistas? Para enfriar el consumo. La intención es sacar dinero de la  circulación porque la gente prefiere invertirlo y depositarlo en las instituciones financieras ante el incentivo de recibir un interés y eso al final coadyuva a que haya menos inflación.

Los dos brazos fundamentales de una economía, la política fiscal y la política monetaria, suelen maniobrar ya sea para impulsar a una economía hacia el crecimiento o bien para enfriar una burbuja. En este caso hay una burbuja inflacionaria que mantiene dividida a los expertos acerca de su duración, si será meramente transitoria o larga; incluso se discute sus diferencias o similitudes con la vivida en la década de 1970 en diversos países del mundo.

El economista británico, Ian McLeod, mencionó por vez primera este concepto en un discurso en Westminster en 1965 en el que abordó la situación económica del momento que él definió como “lo peor de ambos mundos” al tener estancamiento e inflación al mismo tiempo. Una pesadilla.

La pesadilla de los gobiernos, de los economistas, de los empresarios y primordialmente de la gente. Algunos años atrás se hablaba del Índice Big Mac para comparar el precio de una hamburguesa Big Mac en varios países y confrontar así el costo de la vida en uno y otro sitio.

Aquí en España estos días se recurre al costo del kilogramo de sandía para hablar del golpe de la inflación: de media una sandía cuesta 9 euros, el equivalente a 200 pesos mexicanos. El español de bajos ingresos tiene que decidir entre comprarse una sandía o un poco de jamón y una barra de pan. Y  puede empeorar…

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