En Europa, las familias vuelven a temblar ante el escenario de
incremento de tipos de interés que los respectivos bancos centrales están
planteando como una estrategia de forma gradual a fin de contener el globo
aerostático de la inflación y evitar que termine convirtiéndose en una
estanflación para varios países.

El pasado 15 de junio, la Reserva Federal de Estados Unidos, movió sus
tipos de interés en 0.75 puntos, entre 1.5% a 1.75%, es el alza más importante
en las últimas tres décadas.

A la FED la han secundado el Banco Central Suizo moviendo sus tasas
del -0.75% a -0.25%, no las subía desde hace 15 años aunque siguen estando
en negativo. También el Banco de Inglaterra rompió su atonía e incrementó sus
tipos al 1.25 por ciento.

El jueves 21 de julio le tocó mover ficha al Banco Central Europeo (BCE)
con una subida de tasas que su dirigente Christine Lagarde se ha tomado
como una prueba de fuego para su Administración.

Adiós a los largos años de política monetaria laxa para impulsar la
recuperación económica golpeada por la crisis de las subprime; ese balón de
oxígeno mediante tasas bajas –en muchos casos en niveles de cero y en otros
en terreno negativo– permitió que el poder adquisitivo de las empresas, de las
personas y de las familias tuvieran en la financiación un pequeño respiro.
Se acabó este ciclo: pagar en cómodas mensualidades volverá a
convertirse en una pesadilla porque el BCE ha decidido romper con 11 años de
no subir tasas y ha reajustado los tipos de interés en 50 puntos base; se trata
del mayor ajuste alcista en los últimos veintidós años, de hecho, se llegó a
especular que la subida sería solo de 0.25 puntos base.

Lagarde no ha descartado que sea el principio de una carrera alcista de
tasas hasta que logre domarse a la bestia de la inflación que en junio pasado
subió al 8.6% en la Eurozona. Nada más en España, el IPC creció hasta el
10.20% anual, la inflación más alta en 37 años.

Que suban las tasas de interés no son buenas noticias significa que
financiarse será cada vez más caro y peor lo llevarán las personas y las
familias con créditos variables, fundamentalmente las hipotecas.
No es desde luego una decisión fácil, ni popular, y cada economía
resentirá los efectos de recurrir a una política monetaria restrictiva dependiendo
del nivel de endeudamiento de las empresas, de las personas, de las familias y ojo también de la Administración Pública y de los gobiernos locales desde los
Ayuntamientos hasta los órganos de gobierno más grandes. Prácticamente
nadie quedará indemne.

Tasas más altas encarecen el crédito, encarecen la deuda, encarecen
las amortizaciones de la deuda y afectan a la deuda interna y también a la
deuda externa. Hay varios países con unos niveles de deuda pública como
porcentaje del PIB bastante inquietantes. Por ejemplo, en España, su deuda
en marzo pasado subió a 1.453 billones de euros tiene un ratio del 117.7%
como porcentaje del PIB y no toda es resultado del desequilibrio entre ingresos
y gastos también hay préstamos y financiamientos adquiridos como
obligaciones por pagar.

A COLACIÓN

Habrá que estar atentos a la contabilidad de los bancos, vigilar su índice
de morosidad, que siempre sale impactado de una o de otra manera cuando
suben los tipos. Y es que el impacto será en el dinero prestado pero los
sueldos y salarios permanecerán ceteris paribus. Las suspensiones de pagos
suelen irrumpir a la vuelta de la esquina así es que el reto enorme para los
bancos centrales es controlar la inflación, sin contribuir, a futuras nuevas
quiebras financieras.

Las previsiones de abril pasado realizadas por el Fondo Monetario
Internacional (FMI) aventuraban una inflación promedio a nivel mundial del
7.4% para 2022. Los países emergentes figuraban entonces como los más
afectados con una inflación media del 8.7 por ciento.

Al cierre del primer semestre del año, el Banco Mundial en su informe
Perspectivas Económicas ha comenzado a advertir del “riesgo de estanflación”
con consecuencias “potencialmente perjudiciales” tanto para las economías de
ingreso medio como para las de ingreso bajo. El PIB mundial estimado es del
2.9% para este año, la previsión en enero era del 4.1 por ciento.

La estanflación sería un escenario indeseable porque el estancamiento
económico suele acompañarse con un alza en el desempleo y un incremento
de la inflación. Significa quemar el dinero… quemar el poder adquisitivo.
¿Por qué suben los bancos centrales sus tasas en épocas
inflacionistas? Para enfriar el consumo. La intención es sacar dinero de la
circulación porque la gente prefiere invertirlo y depositarlo en las instituciones
financieras ante el incentivo de recibir un interés y eso al final coadyuva a que
haya menos inflación. Veremos a qué costo…

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here