Mientras escribo esta columna más de once misiles balísticos de la serie Dongfeng han sido lanzados por el Ejército Popular de Liberación de China sobre las aguas del noreste y suroeste de Taiwán. Todos los vuelos comerciales han sido cancelados por el asedio chino en sus ejercicios militares que culminarán el próximo domingo. Recemos porque ninguno de sus misiles, ni de las bombas, caigan en sitio equivocado o derriben un avión comercial.

            El dragón ha rugido enojadísimo por la visita de Nancy Pelosi a  Taiwán, un acto de clara provocación para China; su propio ministro de Exteriores, Hua Chunying, dijo que Estados Unidos es el mayor saboteador de la paz. Y no se equivoca y habría que añadir también a Rusia en el mismo lindero.

La presencia de tan alto cargo estadounidense en la isla que Beijing considera “rebelde”  ha sido calificada por los funcionarios chinos como un insulto que no quedará sin castigo y una afrenta a lo que durante décadas Beijing ha defendido como “una sola China” con Taiwán formando parte de su territorio.

            Pelosi ya intentó viajar en abril pasado a la isla pero le dio coronavirus y suspendió su agenda en Asia que finalmente retomó a finales de julio pasado con un viaje por tres (Singapur, Taiwán y Corea del Sur) de los cuatro países llamados “tigres asiáticos”. En su bitácora también  incluyó a Malasia y a Japón.

            Lo ha hecho bajo el pretexto de tomarle el pulso al Indo-Pacífico convertido en foco caliente de una serie de roces constantes entre aeronaves militares chinas y taiwanesas; entre aeronaves militares chinas y japonesas. Y otros roces durante la navegación de barcos de mercancías por el Estrecho de Taiwán y el Mar de la China Meridional.

            La Casa Blanca esgrime que el Indo-Pacífico debe ser una zona libre y abierta para el mundo, pero allí recalan multitud de tensiones con países como Japón y China confrontados entre sí.

            El más reciente libro blanco de defensa de Japón enfoca a China como el principal agresor en la región, el principal foco de preocupación para la seguridad nipona. En el texto se recoge que “la estabilidad de Taiwán es crucial” para la seguridad de Japón.

             Desde Beijing, Wu Qian, portavoz del Ministerio de Defensa, refirió que dicho informe solo “exagera la llamada amenaza militar” y criticó la  actitud victimista  y la intromisión nipona en asuntos que solo competen a China como el caso de Taiwán, la isla Diaoyu (Senkaku), las islas del Mar Meridional y las aguas circunscritas.

A COLACIÓN

Esta parte del mundo es dinamita pura de tensiones que la Casa Blanca inflama con su política injerencista y como esencial suministrador de armamento militar en la región.

            En la pasada Administración del republicano, Donald Trump, el 9 de agosto de 2020 llegó a Taiwán, Alex Azar, entonces secretario de Salud de Estados Unidos. Hasta ese momento ningún otro político norteamericano con tal rango había visitado la isla desde 1979.

            Esa vez, también Beijing protestó y calificó a Trump de injerencista y amenazó con represalias. Trump respondió dos meses después autorizando la mayor venta de armamento jamás registrada a Taiwán por 2 mil 370 millones de dólares por concepto de 100 sistemas de defensa marítima Harpoon y 400 misiles RGM 84L-4 Harpoon Block II.

            El primero en vender armas a Taiwán fue el demócrata Barack Obama ( 2009 a 2017) él autorizó el suministro de armas, fragatas, misiles y vehículos militares por valor de 1 mil 830 millones de dólares.

            Biden tampoco se ha quedado atrás. El mandatario también por el Partido Demócrata ha autorizado cinco distintos paquetes de venta de armamento a la isla; el primero, el 5 de agosto de 2021, con 40 obuses autopropulsados M109 y 1 mil 700 kits de guiado de precisión por un valor de 750 millones de dólares.

            Después se han concedido otros cuatro paquetes más de venta de armamento: el más reciente –el 18 de julio pasado– un contrato por 108 millones de dólares por vehículos de combate y repuestos de tanques.

            En año y medio de la Administración Biden se ha acelerado como nunca antes el rearme de Taiwán. El lobby de las armas en Estados Unidos tiene una relevante influencia económica y política en los destinos de la Casa Blanca, no es de extrañar que antes de que concluya 2022, Taiwán reciba otro paquete de armamento ni tampoco que Biden haya metido de lleno a Rusia y a China en su agenda para las próximas semanas cuando el elector deberá votar por el destino del Congreso.  Supremacía pura y dura…

 

@claudialunapale

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