¿Y aún existe la radio?

Recién me han increpado con tal cuestionamiento, para esbozar en un servidor, la oportunidad de discernir al respecto de lo que significa para las sociedades del mundo, este medio con más de un centenar de años de existencia; que ha sido testigo y víctima recíproca, de la vertiginosa revolución tecnológica que igualmente los medios visuales y escritos han experimentado, como consecuencia indispensable de la evolución humana.

La radio se ajusta, modifica, acomoda, resiste; se acopla en sus contenidos y se integra a todos los órdenes de la razón histórica, esa que propuso el filósofo español José Ortega y Gasset a principios del siglo pasado y en la que propone que, “el hombre no tiene naturaleza, sino que es lo que se va haciendo a lo largo de la historia”, es decir que se va forjando al paso del tiempo, con la construcción de experiencias y la colección de momentos que habrán de guardarse en la memoria colectiva de cada generación.

La razón del ser humano, en su expresión más simple, pretende ser consciente de algo, que bien puede estar condicionado, como lo es la permanencia de la radio, al propio contexto de tenaz desarrollo condicionado que tienen las audiencias. Puesto en palabras de quien esto le presenta como reflexión: “la radio sobrevive, gracias a las voluntades auditivas de los escuchas que en paradoja, se muestran renuentes a perecer”.

La cuestión decisiva al respecto de la existencia o no de la radio, consiste en saber si nuestro presente puede otorgar derecho de desaparición a lo que se ha forjado al paso del tiempo como testigo de la historia, para poder entonces, ofrecer una certera respuesta a lo evidente, pues la radio no habrá de desaparecer, sino más bien, mantendrá constante evolución, tal como lo ha demostrado hace más de 10 décadas.

La radio es utopía, concebida la palabra como “proyecto, deseo o plan ideal, atrayente y beneficioso (generalmente para una comunidad); que es muy improbable suceda o que en el momento de su formulación es irrealizable”. La utopía se puede considerar como proyecto de realización humana y como tal, es una representación de lo que se quiere construir, se inspira en las formas concretas de una sociedad, busca la forma de superar sus problemas y así, poder reordenarlos en torno a una idea.

Razonado así, la utopía planteada otorga plena potestad a los radioescuchas, quienes por tradición, de forma inconsciente y más natural que impuesta, seguirán contribuyendo a la permanente metamorfosis del pensamiento de aquellos quienes plantearon severa pregunta, esa con la que inicie la presente misiva periodística y que tiene por respuesta un contundente “sí”.

Entonces la radio sigue viva y por tanto existe; aún cuando las nuevas tecnologías de la información mantengan constante evolución y generen la percepción (un tanto perversa) de que, al medio auditivo generador de emociones, provocador de imágenes acústicas, partícipe de la historia universal y transformador de conciencias sociales, le queda poco oxígeno y pronto fenecerá.

¿Cuándo será el fin del mundo?

Si hay respuesta, seguro lo va a escuchar en tiempo real por la radio y quizá ese día, será el mismo en que ésta desaparezca.

Nos escuchamos la próxima, en tanto tenga usted ¡muy buen día!

Facebook: Omar Espinosa Herrera.

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