Por Omar Espinosa

Se detuvo en la tienda para comprar un cargador de celular, solo para eso, pero la causalidad de la vida, le puso en ese preciso lugar; justo a tiempo para recibir un mensaje que generó en consecuencia, una inusual fibrilación ventricular.

El locutor nuevamente se descubrió inmerso en una profunda reflexión: “te encontré, pero no te estaba buscando, aunque debo decir que sí te esperaba, no obstante la inexistencia de un acuse de recepción. Llegas y el recibimiento es con sincera, honesta y humilde emoción, pero con calma; con ánimo, pero sin prisa para evitar cualquier yerro, desatino o confusión inadvertida; considerando en la razón, que el tiempo a vivir se aproveche con la conciencia de que fue la propia espera, la que permito el encuentro.”

Y así, como si un portal interdimensional se abriera ante sí, el profesional de la voz reconoció que el descubrimiento no era solo la materialización de sus inquietudes; ni de sus recurrentes sueños transformados en deseos, mismos que al tiempo sufrieron metamorfosis para convertirse en ilusiones (casi alucinaciones). El radialista aceptó entonces, que tan solo estaba experimentando una predicción conjeturada en el pasado.

El locutor recordó que hace casi 32 años, sintió algo similar cuando, después de pensarlo con detenimiento, decidió dedicar su vida profesional a la radio y que los tiempos en ese medio se habrían de materializar. Lo visualizó y proyectó para después actuar con perseverancia, ahínco e ímpetu por alcanzar metas, hasta llegar al objetivo.

Recibió el mensaje, desconfío, pero luego escuchó su voz y cedió ante el tono de la misma; concedió espacio para la cercanía, después la mirada y la repetición del mensaje. Era claro que para algo, él estaba ahí. Tenía que descubrirlo.

“¿Por qué no?” Se preguntó el locutor, al tiempo de esbozar una sonrisa, para después, volverse a encumbrar en las profundidades de sus pensamientos, donde habría de hurgar con toda precaución, hasta encontrar la estrategia más adecuada para después emprender nuevamente la búsqueda de la felicidad, pero la que bien se define en la filosofía de Epicuro, para saber que “todo fluye, nada permanece.”

La historia no se repite, pero la nueva que habrá de escribirse, se las platico en este mismo espacio, en un par de meses multiplicados por seis.

Mientras tanto y como ya lo notamos, llegó el 2023 que, como cada inicio de año, se presenta con expectativas de buenaventura, esperanza de crecer en lo profesional, los negocios, familia, política y prácticamente en cualquier ámbito del pensamiento humano. El Año Nuevo es sinónimo de comienzo, un parteaguas donde se intenta mandar al olvido el pasado, lo mal logrado, los errores y todo aquello que bien pudiera endilgársele al tan recurrido “hubiera”, ese que solo acepta los arrepentimientos de lo no realizado.

Que sean 365 días de nuevos comienzos, 52 semanas de retos a cumplir y 8 mil 760 horas muy faustas. ¡Despreocupado Año Nuevo!

Nos escuchamos la próxima, en tanto tenga usted ¡muy buen día!

Facebook: Omar Espinosa Herrera.

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