El adjetivo fue contundente: “es un charlatán, no le creas nada”.

Así fue calificado el locutor y periodista que por décadas ha dedicado su tiempo profesional al ejercicio narrativo oral frente a un micrófono, para compartir historias, informar, entretener, vender y siempre ejerciendo la expresión interpretativa acústica para sus audiencias.

Tres décadas y 365 días de experiencia bastaron para despertar la intención lastimosa y despectiva de quien le observa desde su barrera impuesta para desarrollar una sana objetividad; en la burda demostración al escaso reconocimiento de sus propios fracasos, parvo respeto a la vida ajena y nula humildad.

No obstante, debo decir que sí, los locutores y periodistas radiofónicos, entre su versatilidad vocal, interpretativa y de acción comunicativa tenemos por obligación (no por intención voluntaria), que ser “charlatanes”.

Según la Real Academia Española (RAE), el adjetivo “charlatán” se aplica para quienes hablan mucho y sin sustancia, también señala que se refiere a un hablador indiscreto o a la persona que se dedica a la venta ambulante y anuncia a voces su mercancía; entonces la confirmación del epíteto para el profesional de la voz, es correcta y muy acertada.

Lo que importa en el trabajo narrativo de quienes ocupan los medios de comunicación convencionales o digitales, no es solo el uso de su voz para la interpretación de hechos, sino la profesionalización, capacitación y actualización de esa facultad auditiva y las capacidades que demuestre en el diario ejercicio de su labor frente a un micrófono.

Para dar sentido a la expresión grosera, artera y provocativa contra el mix de locutor – periodista, es preciso considerar que sin duda, la intención era ofender haciendo referencia al uso de charlatán, con base en la etimología de la palabra, misma que aparece en la edición 1570 del diccionario español de Cristóbal de las Casas donde dice que es un
«ceratano, ciaratane o farsante»; en 1609 ya aparece charlatán en el diccionario castellano de Girolamo Vitori y dice que es un «chocarrero» (es decir, un tramposo y estafador).

La acusación a la profesión de cualquier persona es un acto vulgar que le aplica a quienes no tienen el don de la palabra, el privilegio de hablar, ni el carisma para hacerlo con elegancia.

Para las y los locutores charlatanes que tenemos el “derecho de hablar, con apego al derecho”.

Nos escuchamos la próxima, en tanto tenga usted ¡muy buen día!

Facebook: Omar Espinosa Herrera.

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