La cita en Granada de los líderes políticos y las autoridades que conforman a la Unión Europea (UE) de los 27 países tuvo como invitado estelar al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, pero también acudieron los mandatarios de muchas repúblicas que alguna vez formaron parte de la URSS o bien de la extinta Yugoslavia. Países que quieren dejar atrás su pasado y mirar hacia el futuro dentro del club europeo.
Ha sido curioso porque también se invitó a Rishi Sunak, el primer ministro de Reino Unido, quizá por cortesía o bien porque estos días diversas protestas ciudadanas, en varias partes del territorio británico, pedían a gritos volver a la UE. Quizá esa invitación a Sunak sea un mensaje delicado para demostrarle que tras el divorcio del Brexit hay una puerta abierta para la reconciliación. Como esos matrimonios que se rompen tras años de agrios reproches y que, al separarse, se dan cuenta de que se necesitan porque juntos les va mejor que cada uno por su lado.
La UE cuya semilla de origen allá por 1957 fue la búsqueda de una paz, concordia y entendimiento entre las potencias europeas para evitar que otra gran guerra los desangrase de nuevo ha ido evolucionando con el tiempo y ha pasado de tener seis miembros fundadores a 28 cuando estaba dentro Reino Unido y tras el Brexit (consumado el 1 de enero de 2022) permanecen sus 27 miembros.
Con la invasión de las tropas rusas a Ucrania ha despertado el miedo de los europeos por otra guerra provocada por la ambición de la apropiación de los territorios como lo hizo Hitler para acrecentar su poder y afianzar el crecimiento económico de Alemania.
Si de algo sabe el Viejo Continente es de guerras pequeñas, grandes y devastadoras, también tal parece que lleva en su ADN un marchamo belicoso que trunca los sueños de paz. Al menos, el construido desde 1957 con el Tratado del Carbón y del Acero que fue mutando con el tiempo a lo que es ahora, ha conseguido pese a todo mantener cohesionados a los europeos.
No siempre unidos, porque las posiciones discordantes en varios temas como el de la inmigración son dinamita pura o bien, con la inclusión o no de Turquía que lleva décadas tocando a las puertas de la UE sin éxito.
El miedo a Putin está haciendo que los actuales líderes europeos vuelvan a plantearse extender a la UE y crecer aceptando nuevos miembros hasta tener un club de 36 miembros.
En esa discusión no se aclara, si por ejemplo, entraría Turquía y lo haría también Ucrania que va camino de cumplir dos años de invasión, desangrándose económicamente hablando y con un reguero de muertos civiles y militares porque siguen defiendo su tierra contra el invasor. ¿Contemplarán los Estatutos de Roma la inclusión de un país que enfrente una vorágine bélica?
A esta reunión de los líderes europeos acudió Zelenski. Cada vez se le ve más cansado, su cara acusa el drama de la guerra, la impotencia y la incapacidad para dominar la situación y vencer a Putin. Realmente, Zelenski es un héroe le ha enseñado a muchos de estos líderes europeos lo que es defender tu nación y no salir corriendo a refugiarse cómodamente a Estados Unidos.
Yo lo único que lamento es que pueda ser Ucrania el juguete roto de los europeos y solo se esté jugando con las expectativas de que terminará formando parte de la UE. No sabemos cómo demonios va a terminar esta guerra si Ucrania prevalecerá al final o si terminará la UE, junto con la OTAN, involucradas también y al final volveremos a tener otra gran y devastadora guerra.
A COLACIÓN
Ahora resulta que los líderes europeos creen que ante la amenaza de Putin, el tamaño sí importa. Durante décadas han sido Alemania y Francia los países que han dictado el camino a seguir a Bruselas y no han visto más allá de sus narices hasta que los problemas han empezado a explotar descaradamente.
Uno fundamental: la inmigración. ¿Para qué aceptar nuevos miembros si los que están ahora no se ponen de acuerdo en varios apartados relevantes que minan la convivencia y azuzan el resurgimiento de los ultranacionalismos que solo quieren romper a la UE?
¿No será mejor lograr primero grandes pactos en la Europa de los Veintisiete, convencer a los países díscolos de cumplirlos como por ejemplo sucede con Hungría y una vez que sean respetados y aplicados los pactos comunes, entrar entonces en una fase de aceptación de nuevos miembros?
La UE es un molde de ideales que se supone todos deben practicar e inculcar pasando por el respeto a los derechos humanos, la libertad de expresión y los valores democráticos. Más que aceptar nuevos miembros, la UE debería revisar el catalogo de países que incumplen las normas comunitarias y hasta amenazarlos con expulsarlos.
Porque hay que dejar bien claro que la UE no es un grifo de dinero y de inversiones al que pretenden acogerse un montón de países ávidos de entrar al club del dinero y de las subvenciones a cambio de nada. Si eso es lo que los motiva a entrar vaya socios… como también hay que decirlo: ¿está la UE realmente dispuesta a absorber la reconstrucción de Ucrania? Y, ¿a cambio de qué?
@claudialunapale