Por:Ricardo Álvarez I.

Uno de los testimonios de vida y bondad cristiana más profundos y honestos que he vivido me los dio un ateo de nacimiento:

 

Ella nació y creció en un tiempo y un lugar en donde No había una iglesia ¡y punto! Así; sin ella saberlo.

Nunca escuchó de Dios y no tuvo la necesidad de ir a misa, o leer la biblia, y mucho menos de rezar el rosario o alguna otra jaculatoria de manera cotidiana.

 

No conoce ni entiende por qué implorar ayuda divina, tampoco entiende el confesarse, ni teme al castigo de Dios y mucho menos entiende la motivación del infierno o del paraíso. Para ella no es necesaria ninguna amenaza para hacer lo correcto o para no hacer el mal.

 

Tampoco va por la vida diciendo que hay que arrepentirse o que se va a condenar por sus actos, pensamientos y menos por sus omisiones.

 

Ella no sabe que debe ser buena para merecer premios, y sin embargo:

¡Es la mejor persona que conozco!

 

Como a todos, en su vida se han presentado situaciones interesantes, buenas y malas, y por supuesto, ella no cree que alguien desde su trono le manda premios o castigos al azar, y jamás piensa que ese todopoderoso, en su inmensa sabiduría, le encomiende las peleas más difíciles, sólo por ser una buena guerrera.

 

Ella sufre como todos, bastará con decir que su país está en guerra y su familia y amigos tienen la vida pendiendo de un hilo inalcanzable a nuestros deseos, y ella no se hinca a implorar ayuda o perdón. Ella busca como ayudar y lo hace: ¡Ella es la diferencia, No Dios!!!

 

Ella No entiende por qué imploramos remedios mágicos en lugar de esforzarnos por resolver algo que afecta nuestra vida.

 

Si la ves, es una persona normal, con triunfos y derrotas, como todos, con penas y satisfacciones, como todos, con aciertos y errores, como todos, y no tolera con resignación lo que el destino le impone ni lo toma como una cruz que ella debería cargar. Si puede las evita y no queda con cargos de conciencia ni con miedos imaginarios por hacerlo.

 

Dios no le da salud, ella la consigue haciendo lo correcto, y cuando es necesario, visitando al médico y tomándose la medicina.

 

Su actuar es tan básico y tan lógico que ofende.

 

Si cree que no tener hijos es lo correcto, actúa y no se lamenta por rechazar los que Dios le haya querido mandar, pues ha visto que ese Dios, rápidamente olvida enviar lo necesario para después mantenerlos.

 

No es una santa, pero tampoco mata una mosca de manera innecesaria; de ser posible, si fueran una molestia, sin interrumpir la plática las atrapa y las deja libres en alguna ventana que después cierra para evitar su retorno.

 

Va por la vida ayudando a quien honesta y evidentemente lo necesita. No le incomoda ceder el asiento a alguien más débil, viejo o necesitado. Como dije, No es una santa, y tiene ocurrencias y opiniones interesantes, y nunca la verás implorando perdón por satisfacer sus deseos de ninguna clase.

 

Jamás la he escuchado decir que no consiguió algo por no habérselo ganado. Quizá lo justifique con falta de esfuerzo, o posiblemente porque no tuvo suerte (aunque regularmente tiene mucha); pero jamás porque no fue lo suficientemente buena para merecerlo. Siendo honesto, por lo general consigue lo que se prepone, y lo hace sin recurrir a la intercesión de la virgen o de algún santo.

 

Ella no pide permiso; pero tampoco siente pena por solicitar ayuda, a mi o a cualquier persona, y jamás se lo pedirá a una estatua o a la imagen impuesta en la imaginación. Quizá por eso no lo entiende; porque nadie la esculpió ahí, sin ella haberlo deseado o pedido.

 

Ella ha sido la mejor maestra de lo que es vivir en hermandad universal. Espera el florecimiento de las plantas y los árboles para irse a fotografiar con ellos.

Ella entiende las temporadas de la vida, como la de lluvias o sequías; también como afectamos al planeta. Para ella no hay premios ni castigos divinos, sólo consecuencias naturales a nuestros actos personales o como especie.

 

Tampoco va llenando vacíos con gratitud ostentosa y vana. Si ve un bello amanecer, me invita y lo disfrutamos juntos. Por cierto, cuando es necesario, siempre da las gracias, en persona y mirando a los ojos a quien le ayudó o le prestó un servicio.

 

Es un ejemplo diario de como se vive sin servir a ese vanidoso Dios que también nos demanda ser alabado, admirado y obedecido…  y tampoco siente culpa por algún deseo atesorado en el corazón o nacido en la ambición sana y natural por la búsqueda de una vida mejor o más plena.

 

Es un buen ejemplo que Dios me ha dado, de cómo debo vivir, sin traspasarle a él la responsabilidad de mi vida o de mis actos, asignándole injustamente a sus designios misteriosos e insondables el peso de mi fracaso: ¡Si Dios quiere!!!

 

Cuando ella tiene una pena o una duda, busca a un amigo, no a un sacerdote.

 

Ella vive y disfruta la vida con vida, y lo hace aquí y ahora, y no esperando a hacerlo cuando resucite algún día.

 

De verdad: no creo que Dios le pueda reprochar algo, quizá la iglesia, sin embargo a ella ambos la tienen sin cuidado… y quizás ahí radica su secreto…

 

Yo sólo le pido a la virgencita que me la cuide, que me la bendiga y me la preste por muchos años…

Ojalá y Dios quiera.

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