Por: Perla Gómez Gallardo
La reflexión de George Steiner en su escrito “Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento”, que comenzamos a explorar en la entrega anterior, entraremos a las frases que detallan esa tristeza que argumenta el autor en cuestión.
Continua Steiner: “Hay… dos procesos que los seres humanos no pueden detener mientras viven: respirar y pensar”. Esta afirmación es lapidaria, permite entender que como seres humanos el proceso mental del pensamiento es permanente, muchas reflexiones filosóficas atienden esta situación sobre la ineludible esencia del raciocinio.
Parte de la necesidad de la perene acción racional no lleva a que: “El pensamiento más inspirado es impotente ante la muerte, una impotencia que ha generado nuestros escenarios metafísicos y religiosos. El pensamiento vela tanto como revela, probablemente mucho más”. Esa incertidumbre después de la muerte (si es que el pensamiento trasciende a la conclusión de la vida), deviene a la creación del pensamiento místico y lo que atienden la teología en la revisión de las religiones que atienden el acto de fe (creer en lo que no se ve) de la existencia de Dios y de un más allá en donde se llega a rendir cuentas y recibir lo sembrado durante la vida.
El pensamiento es antes que nada un proceso interno, solo cuando se exterioriza se puede mostrar, aunque la expresión no necesariamente muestra el fuero interno, de ahí lo que identifica el autor: “Cuando más legible y menos oculto se muestra el pensamiento es durante los accesos de energía desencadenada y condensada. Como en el miedo y en el odio. Estas dinámicas, especialmente en el momento, son difíciles de fingir, aunque los virtuosos de la duplicidad y del autocontrol pueden lograr una ocultación mayor o menor”. El exabrupto que detona la emoción del miedo o el odio, es una radiografía que muestra el pensamiento, ahí es difícil ocultar (que requiere de un autoconocimiento que evite el mostrarse en ningún contexto) lo que pasa en el fuero interno por la intensidad que se manifiesta en esas emociones.
En la línea de la intensidad: “el odio será el más vívido y lleno de gestos mentales. Es más fuerte y más cohesivo que el amor. Con harta frecuencia se acerca más a la verdad que ninguna otra revelación del ser. El otro tipo de experiencia mental en la cual se arranca el velo es el de la risa espontánea…Por un momento, no hay “segundos pensamientos” pero esta apertura al mundo y a los demás dura solo un tiempo breve y posee la dinámica de lo involuntario”. Llama la atención que algo tan negativo como el odio, tenga un punto de encuentro con la manifestación de la felicidad que vemos en la risa.
Destaca como las emociones intensas son las desveladoras del pensamiento, así: “al final el pensamiento puede hacer que seamos unos extraños los unos para los otros el amor más intenso quizá más débil que el odio es una negociación nunca concluyente entre soledades”. Este es el dejo de la melancolía, que en el mundo actual de las tecnologías y sus ejercicios pioneros de la inteligencia artificial se convierten en escenarios de la soledad, paradójicamente en un mundo que pareciera ultra conectado, sin que ello implique el proceso de la comunicación y el diálogo.
Cerramos este recorrido por el pensamiento de Steiner en la próxima entrega.
Twitter @TPDI
Profesora Investigadora UAM Cuajimalpa. @uamcuajimalpa, @Yo_SoyUAM
[1] Profesora Investigadora Titular C de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Cuajimalpa. Catedrática de Licenciatura y Posgrado en la Facultad de Derecho UNAM.